domingo, 14 de diciembre de 2008

viernes, 12 de diciembre de 2008


Nuestra Señora de Guadalupe


Mesoamérica, el Nuevo Mundo, 1521: la capital del Imperio Azteca cae ante las fuerzas del español Cortéz. Menos de 20 años mas tarde 9 millones de los habitantes, que profesaron por siglos una religión politeísta que incluía sacrificios humanos, habían adoptado en masa el Cristianismo. Qué ocurrió en esos tiempos que produjo conversión tan increíble e historicamente sin precedentes?

En 1531 una Señora del Cielo se apareció a un pobre indio en un cerro al noroeste de la actual ciudad de México; se identificó como la siempre-virgen María, Madre del verdadero Dios por quien se vive: del Creador de todas las cosas: Señor del cielo y de la tierra.

Le manifestó que era su deseo que una iglesia le fuera construída en ese lugar, y le encargó que vaya a transmitirle su deseo al Obispo local. Cuando el Obispo dudó sobre la autenticidad del mensaje y le pidió una prueba, Ella, la Madre de Dios, obedeció prontamente al pedido del obispo y envió a su humilde mensajero a la cima del cerro a recoger, en medio del invierno, un ramo de rosas de Castilla para el Obispo.

Luego de que las flores le fueran entregadas al Obispo, dejó una imagen de sí misma impresa milagrosamente en su tilma, un tejido de cactus de poca calidad que se debió haber deteriorado en 20 años pero que no muestra señales de corrupción 475 años después y aún desafía toda explicación científica sobre su origen.

Inclusive parece aún reflejar en sus ojos lo que tenía frente a ella en 1531!
Su mensaje universal de compasión y amor, y su promesa de ayuda y protección para toda la humanidad, se encuentra relatado en el "Nican Mopohua", documento escrito en el siglo 16 en el lenguaje nativo, Nahuatl.

Hay razones para creer que en el cerro Tepeyac María vino en su cuerpo glorificado, siendo sus manos físicas las que acomodaron las rosas en la tilma de Juan Diego, lo que hace a esta aparición muy especial.

Una increíble lista de milagros, curas e intervenciones se le atribuyen. Es estimado que cada año mas de 14 millones visitan su Basílica, haciendo de su casa en la ciudad de Mexico el Santuario Mariano mas popular, al igual que el santuario católico mas visitado del mundo.

En total 25 Papas han honrado en alguna forma oficial a Nuestra Señora de Guadalupe. Su Santidad Juan Pablo II visitó su Basílica en cuatro oportunidades: en su primer viaje al extranjero como Papa en 1979 y nuevamente en 1990, 1999 y 2002.

La Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe es celebrada el 12 de Diciembre. En 1999, su santidad Juan Pablo II, en su homilía durante la Misa Solemne en la Basílica de Guadalupe durante su tercer visita al santuario, declaró la fecha del 12 de Diciembre con el rango litúrgico de Fiesta para todo el continente de las Américas.

Durante la misma visita el Papa Juan Pablo II confió la causa de la vida a su protección, y encomendó a su cuidado maternal las vidas inocentes de los niños, especialmente aquellos que se encuentran en peligro de no nacer.

lunes, 8 de diciembre de 2008

LA CONCEPCIÓN INMACULADA DE MARÍA
Solemnidad: 8 de Diciembre

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La Inmaculada Concepción de María es el dogma de fe que declara que por una gracia singular de Dios, María fue preservada de todo pecado, desde su concepción.

Como demostraremos, esta doctrina es de origen apostólico, aunque el dogma fue proclamado por el Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854, en su bula Ineffabilis Deus.

"...declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles..."
(Pío IX, Bula Ineffabilis Deus, 8 de diciembre de 1854)


Inmaculada, Juan de Juanes, 1568

La Concepción: Es el momento en el cual Dios crea el alma y la infunde en la materia orgánica procedente de los padres. La concepción es el momento en que comienza la vida humana.

Cuando hablamos del dogma de la Inmaculada Concepción no nos referimos a la concepción de Jesús quién, claro está, también fue concebido sin pecado. El dogma declara que María quedó preservada de toda carencia de gracia santificante desde que fue concebida en el vientre de su madre Santa Ana. Es decir María es la "llena de gracia" desde su concepción.

La Encíclica "Fulgens corona", publicada por el Papa Pío XII en 1953 para conmemorar el centenario de la definición del dogma de la Inmaculada Concepción, argumenta así: «Si en un momento determinado la Santísima Virgen María hubiera quedado privada de la gracia divina, por haber sido contaminada en su concepción por la mancha hereditaria del pecado, entre ella y la serpiente no habría ya -al menos durante ese periodo de tiempo, por más breve que fuera- la enemistad eterna de la que se habla desde la tradición primitiva hasta la solemne definición de la Inmaculada Concepción, sino más bien cierta servidumbre»

Fundamento Bíblico

La Biblia no menciona explícitamente el dogma de la Inmaculada Concepción, como tampoco menciona explícitamente muchas otras doctrinas que la Iglesia recibió de los Apóstoles. La palabra "Trinidad", por ejemplo, no aparece en la Biblia. Pero la Inmaculada Concepción se deduce de la Biblia cuando ésta se interpreta correctamente a la luz de la Tradición Apostólica.

El primer pasaje que contiene la promesa de la redención (Genesis 3:15) menciona a la Madre del Redentor. Es el llamado Proto-evangelium, donde Dios declara la enemistad entre la serpiente y la Mujer. Cristo, la semilla de la mujer (María) aplastará la cabeza de la serpiente. Ella será exaltada a la gracia santificante que el hombre había perdido por el pecado. Solo el hecho de que María se mantuvo en estado de gracia puede explicar que continúe la enemistad entre ella y la serpiente. El Proto-evangelium, por lo tanto, contiene una promesa directa de que vendrá un redentor. Junto a El se manifestará su obra maestra: La preservación perfecta de todo pecado de su Madre Virginal.

En Lucas 1:28 el ángel Gabriel enviado por Dios le dice a la Santísima Virgen María «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.». Las palabras en español "Llena de gracia" no hace justicia al texto griego original que es "kecharitomene" y significa una singular abundancia de gracia, un estado sobrenatural del alma en unión con Dios. Aunque este pasaje no "prueba" la Inmaculada Concepción de María ciertamente lo sugiere.

El Apocalipsis narra sobre la «mujer vestida de sol» (Ap 12,1). Ella representa la santidad de la Iglesia, que se realiza plenamente en la Santísima Virgen, en virtud de una gracia singular. Ella es toda esplendor porque no hay en ella mancha alguna de pecado. Lleva el reflejo del esplendor divino, y aparece como signo grandioso de la relación esponsal de Dios con su pueblo.


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Los Padres de la Iglesia y la Inmaculada

Los Padres se referían a la Virgen María como la Segunda Eva (cf. I Cor. 15:22), pues ella desató el nudo causado por la primera Eva.

Justín (Dialog. cum Tryphone, 100),
Ireneo (Contra Haereses, III, xxii, 4),
Tertuliano (De carne Christi, xvii),
Julius Firm cus Maternus (De errore profan. relig xxvi),
Cyrilo of Jerusalem (Catecheses, xii, 29),
Epiphanius (Hæres., lxxviii, 18),
Theodotus of Ancyra (Or. in S. Deip n. 11), and
Sedulius (Carmen paschale, II, 28).
También se refieren a la Virgen Santísima como la absolutamente pura San Agustín y otros. La iglesia Oriental ha llamado a María Santísima la "toda santa"


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En el siglo IX se introdujo en Occidente la fiesta de la Concepción de María, primero en Nápoles y luego en Inglaterra.

Hacia el año 1128, un monje de Canterbury llamado Eadmero escribe el primer tratado sobre la Inmaculada Concepción donde rechaza la objeción de San Agustín contra el privilegio de la Inmaculada Concepción, fundada en la doctrina de la transmisión del pecado original en la generación humana.

La castaña, escribe Eadmero, «es concebida, alimentada y formada bajo las espinas, pero que a pesar de eso queda al resguardo de sus pinchazos». Incluso bajo las espinas de una generación que de por sí debería transmitir el pecado original, María permaneció libre de toda mancha, por voluntad explícita de Dios que «lo pudo, evidentemente, y lo quiso. Así pues, si lo quiso, lo hizo».

Los grandes teólogos del siglo XIII presentaban las mismas dificultades de San Agustín: la redención obrada por Cristo no sería universal si la condición de pecado no fuese común a todos los seres humanos. Si María no hubiera contraído la culpa original, no hubiera podido ser rescatada. En efecto, la redención consiste en librar a quien se encuentra en estado de pecado.

El franciscano Juan Duns Escoto, al principio del siglo XIV, inspirado en algunos teólogos del siglo XII y por el mismo San Francisco (siglo XIII, devoto de la Inmaculada), brindó la clave para superar las objeciones contra la doctrina de la Inmaculada Concepción de María. El sostuvo que Cristo, el mediador perfecto, realizó precisamente en María el acto de mediación más excelso: Cristo la redimió preservándola del pecado original. Se trata una redención aún más admirable: No por liberación del pecado, sino por preservación del pecado.

Escoto preparó el camino para la definición dogmática. Dicen que su inspiración le vino al pasar por frente de una estatua de la Virgen y decirle: "Dignare me laudare te: Virgo Sacrata" (Oh Virgen sacrosanta dadme las palabras propias para hablar bien de Ti).

1. ¿A Dios le convenía que su Madre naciera sin mancha del pecado original? - Sí, a Dios le convenía que su Madre naciera sin ninguna mancha. Esto es lo más honroso, para Él.

2. ¿Dios podía hacer que su Madre naciera sin mancha de pecado original? -
Sí, Dios lo puede todo, y por tanto podía hacer que su Madre naciera sin mancha: Inmaculada.

3. ¿Lo que a Dios le conviene hacer lo hace? ¿O no lo hace? Todos respondieron: Lo que a Dios le conviene hacer, lo que Dios ve que es mejor hacerlo, lo hace.

Entonces Scotto exclamó: Luego
1. Para Dios era mejor que su Madre fuera Inmaculada: o sea sin mancha del pecado original.
2. Dios podía hacer que su Madre naciera Inmaculada: sin mancha
3. Por lo tanto: Dios hizo que María naciera sin mancha del pecado original. Porque Dios cuando sabe que algo es mejor hacerlo, lo hace.

Méritos: María es libre de pecado por los méritos de Cristo Salvador. Es por El que ella es preservada del pecado. Ella, por ser una de nuestra raza humana, aunque no tenía pecado, necesitaba salvación, que solo viene de Cristo. Pero Ella singularmente recibe por adelantado los méritos salvíficos de Cristo. La causa de este don: El poder y omnipotencia de Dios.

Razón: La maternidad divina. Dios quiso prepararse un lugar puro donde su hijo se encarnara.

Frutos:
1-María fue inmune de los movimientos de la concupiscencia. Concupiscencia: los deseos irregulares del apetito sensitivo que se dirigen al mal.

2-María estuvo inmune de todo pecado personal durante el tiempo de su vida. Esta es la grandeza de María, que siendo libre, nunca ofendió a Dios, nunca optó por nada que la manchara o que le hiciera perder la gracia que había recibido.

El dogma de la Inmaculada Concepción de María no ofusca, sino que más bien pone mejor de relieve los efectos de la gracia redentora de Cristo en la naturaleza humana. Todas las virtudes y las gracias de María Santísima las recibe de Su Hijo. La Madre de Cristo debía ser perfectamente santa desde su concepción. Ella desde el principio recibió la gracia y la fuerza para evitar el influjo del pecado y responder con todo su ser a la voluntad de Dios. A María, primera redimida por Cristo, que tuvo el privilegio de no quedar sometida ni siquiera por un instante al poder del mal y del pecado, miran los cristianos como al modelo perfecto y a la imagen de la santidad que están llamados a alcanzar, con la ayuda de la gracia del Señor, en su vida.

En torno a las ideas de Escoto se suscitó una gran controversia. Después de que el Papa Sixto IV aprobara, en 1477, la misa de la Concepción, esa doctrina fue cada vez más aceptada en las escuelas teológicas.

El Papa Sixto IV, en 1483, casi 4 siglos antes del dogma, había extendido la fiesta de la Concepción Inmaculada de María a toda la Iglesia de Occidente.


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Fue valioso también el aporte del mundo universitario. Las universidades de París, Maguncia y Colonia y, en España, la de Valencia (1530), Granada, Alcalá (1617), Salamanca (1618) y otras proclamaron a María Inmaculada como Patrona. Sus doctores, al recibir el grado, hacían voto y juramento de enseñar y defender la doctrina de la Inmaculada Concepción de María.


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La Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María tiene un llamado para nosotros:
1-Nos llama a la purificación. Ser puros para que Jesús resida en nosotros.
2-Nos llama a la consagración al Corazón Inmaculado de María, lugar seguro para alcanzar conocimiento perfecto de Cristo y camino seguro para ser llenos del Espíritu Santo.

"Con la Inmaculada Concepción de María comenzó la gran obra de la Redención, que tuvo lugar con la sangre preciosa de Cristo. En Él toda persona está llamada a realizarse en plenitud hasta la perfección de la santidad" Juan Pablo II, 5-XII-2003.


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Respuesta a los argumentos contra la Inmaculada Concepción de María.

1- Argumento: La Inmaculada Concepción contradice la enseñanza de San Pablo: "todos han pecado y están lejos de la presencia salvadora de Dios" (Romanos 3:23).

Respuesta católica: Si fuéramos a tomar las palabras de San Pablo "todos han pecado" en un sentido literal absoluto, Jesús también quedaría incluido entre los pecadores. Sabemos que esta no es la intención de S. Pablo ya que después menciona que Jesús "no conoció pecado" (2Cor 5,21; Cf. Hebreos 4:15; 1 Pedro 2:22).

El dogma de la Inmaculada Concepción de María no contradice la enseñanza Paulina en Rm 3:23 sobre la realidad pecadora de la humanidad en general, la cual estaba encerrada en el pecado y lejos de Dios hasta la venida del Salvador. San Pablo enseña que Cristo nos libera del pecado y nos une a Dios (Cf. Efesios 2:5). Esta es la enseñanza del Catecismo de la Iglesia católica, el pecado original «afecta a la naturaleza humana», que se encuentra así «en un estado caído». Por eso, el pecado se transmite «por propagación a toda la humanidad, es decir, por la transmisión de una naturaleza humana privada de la santidad y de la justicia originales». Pero Jesús tiene la potestad para preservar a su Madre del pecado aplicando a ella los méritos de su redención.

San Pablo declara que, como consecuencia de la culpa de Adán, «todos pecaron» y que «el delito de uno solo atrajo sobre todos los hombres la condenación» (Rom 5,12.18). El paralelismo entre Adán y Cristo se completa con el de Eva y María: La mujer tuvo un papel importante en la caída y lo tiene también en la redención.

San Ireneo, Padre de la Iglesia del siglo II, presenta a María como la nueva Eva que, con su fe y su obediencia, contrapesa la incredulidad y la desobediencia de Eva. Ese papel en la economía de la salvación exige la ausencia de pecado. Era conveniente que, al igual que Cristo, nuevo Adán, también María, nueva Eva, no conociera el pecado y fuera así más apta para cooperar en la redención.

El pecado que mancha a toda la humanidad no puede entrar en el Redentor y su colaboradora. Con una diferencia sustancial: Cristo es totalmente santo en virtud de la gracia que en su humanidad brota de la persona divina; y María es totalmente santa en virtud de la gracia recibida por los méritos del Salvador. Entonces, lo que Pablo declara en forma general para toda la humanidad no incluye a Jesús y a María.

2- Argumento: Según algunos, María reconoce que ella era pecadora y que necesitó ser rescatada por la gracia de Dios (Lucas 1: 28, 47).
Respuesta católica: Que María se declarara pecadora es falso. Que ella se declarara salvada por Dios es cierto. En Lc 1:48 ella reconoce que fue salvada. ¿De qué? Del dominio del pecado, por gracia de Dios. Pero para eso no tuvo que llegar a pecar. Dios la salvó preservándola del pecado.

El dogma de la Inmaculada Concepción de María no niega que ella fue salvada por Jesús. En María las gracias de Cristo se aplicaron ya desde el momento de su concepción. El hecho de que Jesús no hubiese aún nacido no presenta obstáculo pues las gracias de Jesús no tienen barreras de tiempo y se aplicaron anticipadamente en su Madre. Para Dios nada es imposible.

¿Cómo sabemos que La Virgen María fue concebida sin pecado? La fe católica reconoce que la revelación Bíblica necesita ser interpretada a la luz de la Tradición recibida de los Apóstoles y según el desarrollo dogmático que, por el Espíritu Santo, ha ocurrido en la Iglesia. De esta manera lo que esta ya en la Biblia en forma de semilla se llega a entender cada vez mejor.

Juan Pablo II sobre La Inmaculada Concepción

1. En la reflexión doctrinal de la Iglesia de oriente, la expresión llena de gracia, como hemos visto en las anteriores catequesis, fue interpretada, ya desde el siglo VI, en el sentido de una santidad singular que reina en María durante toda su existencia. Ella inaugura así la nueva creación.

Además del relato lucano de la Anunciación, la Tradición y el Magisterio han considerado el así llamado Protoevangelio (Gn 3, 15) como una fuente escriturística de la verdad de la Inmaculada Concepción de María. Ese texto, a partir de la antigua versión latina: «Ella te aplastara la cabeza», ha inspirado muchas representaciones de la Inmaculada que aplasta la serpiente bajo sus pies.

Ya hemos recordado con anterioridad que esta traducción no corresponde al texto hebraico, en el que quien pisa la cabeza de la serpiente no es la mujer, sino su linaje, su descendiente. Ese texto por consiguiente, no atribuye a María sino a su Hijo la victoria sobre Satanás. Sin embargo, dado que la concepción bíblica establece una profunda solidaridad entre el progenitor y la descendencia, es coherente con el sentido original del pasaje la representación de la Inmaculada que aplasta a la serpiente, no por virtud propia sino de la gracia del Hijo.

2. En el mismo texto bíblico, además se proclama la enemistad entre la mujer y su linaje, por una parte, y la serpiente y su descendencia, por otra. Se trata de una hostilidad expresamente establecida por Dios, que cobra un relieve singular si consideramos la cuestión de la santidad personal de la Virgen. Para ser la enemiga irreconciliable de la serpiente y de su linaje, María debía estar exenta de todo dominio del pecado. Y esto desde el primer momento de su existencia.

A este respecto, la encíclica Fulgens corona, publicada por el Papa Pío XII en 1953 para conmemorar el centenario de la definición del dogma de la Inmaculada Concepción, argumenta así: «Si en un momento determinado la santísima Virgen María hubiera quedado privada de la gracia divina, por haber sido contaminada en su concepción por la mancha hereditaria del pecado, entre ella y la serpiente no habría ya –al menos durante ese periodo de tiempo, por más breve que fuera– la enemistad eterna de la que se habla desde la tradición primitiva hasta la solemne definición de la Inmaculada Concepción, sino más bien cierta servidumbre» (MS 45 [1953], 579).

La absoluta enemistad puesta por Dios entre la mujer y el demonio exige, por tanto, en María la Inmaculada Concepción, es decir, una ausencia total de pecado, ya desde el inicio de su vida. El Hijo de María obtuvo la victoria definitiva sobre Satanás e hizo beneficiaria anticipadamente a su Madre, preservándola del pecado. Como consecuencia, el Hijo le concedió el poder de resistir al demonio, realizando así en el misterio de la Inmaculada Concepción el más notable efecto de su obra redentora.

3. El apelativo llena de gracia y el Protoevangelio, al atraer nuestra atención hacia la santidad especial de María y hacia el hecho de que fue completamente librada del influjo de Satanás, nos hacen intuir en el privilegio único concedido a María por el Señor el inicio de un nuevo orden, que es fruto de la amistad con Dios y que implica, en consecuencia, una enemistad profunda entre la serpiente y los hombres.

Como testimonio bíblico en favor de la Inmaculada Concepción de María, se suele citar también el capitulo 12 del Apocalipsis, en el que se habla de la «mujer vestida de sol» (Ap 12, 1). La exégesis actual concuerda en ver en esa mujer a la comunidad del pueblo de Dios, que da a luz con dolor al Mesías resucitado. Pero, además de la interpretación colectiva, el texto sugiere también una individual cuando afirma: «La mujer dio a luz un hijo varón, el que ha de regir a todas las naciones con cetro de hierro» (Ap 12, 5). Así, haciendo referencia al parto, se admite cierta identificación de la mujer vestida de sol con María, la mujer que dio a luz al Mesías. La mujer­comunidad está descrita con los rasgos de la mujer­Madre de Jesús.

Caracterizada por su maternidad, la mujer «está encinta, y grita con los dolores del parto y con el tormento de dar a luz» (Ap 12, 2). Esta observación remite a la Madre de Jesús al pie de la cruz (cf. Jn 19, 25), donde participa, con el alma traspasada por la espada (cf. Lc 2, 35), en los dolores del parto de la comunidad de los discípulos. A pesar de sus sufrimientos, está vestida de sol, es decir, lleva el reflejo del esplendor divino, y aparece como signo grandioso de la relación esponsal de Dios con su pueblo.

Estas imágenes, aunque no indican directamente el privilegio de la Inmaculada Concepción, pueden interpretarse como expresión de la solicitud amorosa del Padre que llena a María con la gracia de Cristo y el esplendor del Espíritu.

Por ultimo, el Apocalipsis invita a reconocer mas particularmente la dimensión eclesial de la personalidad de María: la mujer vestida de sol representa la santidad de la Iglesia, que se realiza plenamente en la santísima Virgen, en virtud de una gracia singular.

4. A esas afirmaciones escriturísticas, en las que se basan la Tradición y el Magisterio para fundamentar la doctrina de la Inmaculada Concepción, parecerían oponerse los textos bíblicos que afirman la universalidad del pecado.

El Antiguo Testamento habla de un contagio del pecado que afecta a «todo nacido de mujer» (Sal 50, 7; Jb 14, 2). En el Nuevo Testamento, san Pablo declara que, como consecuencia de la culpa de Adán, «todos pecaron» y que «el delito de uno solo atrajo sobre todos los hombres la condenación» (Rm 5, 12. 18). Por consiguiente, como recuerda el Catecismo de la Iglesia católica, el pecado original «afecta a la naturaleza humana», que se encuentra así «en un estado caído». Por eso, el pecado se transmite «por propagación a toda la humanidad, es decir, por la transmisión de una naturaleza humana privada de la santidad y de la justicia originales» (n. 404). San Pablo admite una excepción de esa ley universal: Cristo, que «no conoció pecado» (2 Co 5, 21) y así pudo hacer que sobreabundara la gracia «donde abundo el pecado» (Rm 5, 20).

Estas afirmaciones no llevan necesariamente a concluir que María forma parte de la humanidad pecadora. El paralelismo que san Pablo establece entre Adán y Cristo se completa con el que establece entre Eva y María: el papel de la mujer, notable en el drama del pecado, lo es también en la redención de la humanidad.

San Ireneo presenta a María como la nueva Eva que, con su fe y su obediencia, contrapesa la incredulidad y la desobediencia de Eva. Ese papel en la economía de la salvación exige la ausencia de pecado. Era conveniente que, al igual que Cristo, nuevo Adán, también María, nueva Eva, no conociera el pecado y fuera así más apta para cooperar en la redención.

El pecado, que como torrente arrastra a la humanidad, se detiene ante el Redentor y su fiel colaboradora. Con una diferencia sustancial: Cristo es totalmente santo en virtud de la gracia que en su humanidad brota de la persona divina; y María es totalmente santa en virtud de la gracia recibida por los méritos del Salvador.

Llena de Gracia, el nombre mas bello de María.
Benedicto XVI, 2006

Queridos hermanos y hermanas:

Celebramos hoy una de las fiestas de la bienaventurada Virgen más bellas y populares: la Inmaculada Concepción. María no sólo no cometió pecado alguno, sino que quedó preservada incluso de esa común herencia del género humano que es la culpa original, a causa de la misión a la que Dios la había destinado desde siempre: ser la Madre del Redentor.

Todo esto queda contenido en la verdad de fe de la Inmaculada Concepción. El fundamento bíblico de este dogma se encuentra en las palabras que el Ángel dirigió a la muchacha de Nazaret: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» (Lucas 1, 28). «Llena de gracia», en el original griego «kecharitoméne», es el nombre más bello de María, nombre que le dio el mismo Dios para indicar que desde siempre y para siempre es la amada, la elegida, la escogida para acoger el don más precioso, Jesús, «el amor encarnado de Dios» (encíclica «Deus caritas est», 12).

Podemos preguntarnos: ¿por qué entre todas las mujeres, Dios ha escogido precisamente a María de Nazaret? La respuesta se esconde en el misterio insondable de la divina voluntad. Sin embargo, hay un motivo que el Evangelio destaca: su humildad. Lo subraya Dante Alighieri en el último canto del «Paraíso»: «Virgen Madre, hija de tu hijo, humilde y alta más que otra criatura, término fijo del consejo eterno» (Paraíso XXXIII, 1-3). La Virgen misma en el «Magnificat», su cántico de alabanza, dice esto: «Engrandece mi alma al Señor… porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava» (Lucas 1, 46.48). Sí, Dios se sintió prendado por la humildad de María, que encontró gracia a sus ojos (Cf. Lucas 1, 30). Se convirtió, de este modo, en la Madre de Dios, imagen y modelo de la Iglesia, elegida entre los pueblos para recibir la bendición del Señor y difundirla entre toda la familia humana.

Esta «bendición» es el mismo Jesucristo. Él es la fuente de la «gracia», de la que María quedó llena desde el primer instante de su existencia. Acogió con fe a Jesús y con amor lo entregó al mundo. Ésta es también nuestra vocación y nuestra misión, la vocación y la misión de la Iglesia: acoger a Cristo en nuestra vida y entregarlo al mundo «para que el mundo se salve por él» (Juan 3, 17).

Queridos hermanos y hermanas: la fiesta de la Inmaculada ilumina como un faro el período de Adviento, que es un tiempo de vigilante y confiada espera del Salvador. Mientras salimos al encuentro de Dios, que viene, miremos a María que «brilla como signo de esperanza segura y de consuelo para el pueblo de Dios en camino» («Lumen gentium», 68). Con esta conciencia os invito a uniros a mí cuando, en la tarde, renueve en la plaza de España el tradicional homenaje a esta dulce Madre por la gracia y de la gracia. A ella nos dirigimos ahora con la oración que recuerda el anuncio del ángel.



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ORACIONES

Oración a la Inmaculada Virgen María

Santísima Virgen, yo creo y confieso vuestra Santa e
Inmaculada Concepción pura y sin mancha.
¡Oh Purísima Virgen!,
por vuestra pureza virginal,
vuestra Inmaculada Concepción y
vuestra gloriosa cualidad de Madre de Dios,
alcanzadme de vuestro amado Hijo la humildad,
la caridad, una gran pureza de corazón,
de cuerpo y de espíritu,
una santa perseverancia en el bien,
el don de oración,
una buena vida y una santa muerte.
Amén"



NOVENA A LA INMACULADA CONCEPCIÓN
Comienza el 30 de Noviembre para preparar la fiesta de la Inmaculada Concepción (8 de Diciembre).

Otras novenas: Purísima; novena Inmaculate Conception; Novena -Maximilian Kolbe

Oraciones para todos los días de la novena:

Señal de la cruz

Canto

Acto de contrición
Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero. Ante vuestra divina presencia reconozco que he pecado muchas veces y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de haberos ofendido. Ayudado de vuestra divina gracia, propongo no volver a caer más, confesarme y cumplir la penitencia que el confesor me imponga. Amén.

Oración preparatoria
Dios te salve, María, llena de gracia y bendita más que todas las mujeres, Virgen singular, Virgen soberana y perfecta, elegida para Madre de Dios y preservada por ello de toda culpa desde el primer instante de tu Concepción; así como por Eva nos vino la muerte, así nos viene la vida por ti, que, por la gracia de Dios, has sido elegida para ser madre del nuevo pueblo que Jesucristo ha formado con su sangre.

A ti, purísima Madre, restauradora del caído linaje de Adán y Eva, venimos confiados y suplicantes en esta Novena, para rogarte nos concedas la gracia de ser verdaderos hijos tuyos y de tu Hijo Jesucristo, libres de toda mancha de pecado. Acordaos, Virgen Santísima, que habéis sido hecha Madre de Dios, no sólo para vuestra dignidad y gloria, sino también para salvación nuestra y provecho de todo el género humano. Acordaos que jamás se ha oído decir que uno solo de cuantos han acudido a vuestra protección e implorado vuestro socorro haya sido desamparado.

No me dejéis pues a mí tampoco, porque si no, me perderé; que yo tampoco quiero dejaros a Vos, antes bien cada día quiero crecer más en vuestra verdadera devoción. Y alcanzadme principalmente estas tres gracias: la primera, no cometer jamás pecado mortal; la segunda, un gran aprecio de la virtud, y la tercera, una buena muerte. Además dadme la gracia particular que os pido en esta Novena, si es para mayor gloria de Dios, vuestra y bien de mi alma.

[Oración particular del día (ver abajo)]

Oración final
Rezar tres Padrenuestros, Avemarías y Gloria Patris a la Santísima Trinidad, y luego pide lo que por intercesión de la Inmaculada Concepción deseas conseguir de la Novena.

Bendita sea tu pureza
Y eternamente lo sea,
Pues todo un Dios se recrea
En tan graciosa belleza.
A ti, celestial Princesa,
Virgen sagrada María,
Te ofrezco en este día
Alma, vida y corazón.
¡Mírame con compasión!
¡No me dejes, madre mía!

Cantos


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DÍA PRIMERO
Oración particular

¡Oh Santísimo Hijo de María Inmaculada y benignísimo Redentor nuestro! Así como preservaste a María del pecado original en su Inmaculada Concepción y a nosotros nos hiciste el gran beneficio de libramos de él por medio de tu santo bautismo, así Te rogamos humildemente nos concedas la gracia de portarnos siempre como buenos cristianos, regenerados en Ti, Padrenuestro Santísimo.


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DÍA SEGUNDO
Oración particular

¡Oh Santísimo Hijo de María Inmaculada y benignísimo Redentor nuestro! Así como preservaste a María de todo pecado mortal en toda su vida y a nosotros nos das gracia para evitarlo y el sacramento de la confesión para remediarlo, así Te rogamos humildemente, por intercesión de tu Madre Inmaculada, nos concedas la gracia de no cometer nunca pecado mortal, y si incurrimos en tan terrible desgracia, la de salir de él cuanto antes, por medio de una buena confesión.


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DÍA TERCERO
Oración particular

¡Oh santísimo Hijo de María Inmaculada y benignísimo Redentor nuestro! Así como preservaste a María de todo pecado venial en toda su vida, y a nosotros nos pides que purifiquemos más y más nuestras almas, para ser dignos de Ti, así Te rogamos humildemente, por intercesión de tu Madre Inmaculada, nos concedas la gracia de evitar los pecados veniales y de procurar y obtener cada día más pureza y delicadez de conciencia.


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DÍA CUARTO
Oración particular

¡Oh Santísimo Hijo de María Inmaculada y benignísimo Redentor nuestro! Así como libraste a María del pecado y le diste dominio perfecto sobre todas sus pasiones, así Te rogamos humildemente, por intercesión de tu Madre Inmaculada, nos concedas la gracia de ir domando nuestras pasiones y destruyendo nuestras malas inclinaciones, para que Te podamos servir con verdadera libertad de espíritu y sin imperfección ninguna.


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DÍA QUINTO
Oración particular

¡Oh Santísimo Hijo de María Inmaculada y benignísimo Redentor nuestro! Así como desde el primer instante de su Concepción diste a María mas gracia que a todos los Santos y Angeles del cielo, así Te rogamos humildemente por intercesión de tu Madre Inmaculada nos inspires un aprecio singular de la divina gracia que Tú nos adquiriste con tu sangre y nos concedas el aumentarla más y más con nuestras buenas obras y con la recepción de tus santos sacramentos, especialmente el de la comunión.


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DÍA SEXTO
Oración particular

¡Oh Santísimo Hijo de María Inmaculada y benignísimo Redentor nuestro! Así como desde el primer instante infundiste en María, con toda plenitud, las virtudes sobrenaturales y los dones del Espíritu Santo, así Te suplicamos humildemente, por intercesión de tu Madre Inmaculada, nos concedas a nosotros la abundancia de estos mismos dones y virtudes, para que podamos vencer todas las tentaciones y hagamos muchos actos de virtud dignos de nuestra profesión de cristianos.


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DÍA SEPTIMO
Oración particular

¡Oh Santísimo Hijo de María Inmaculada y benignísimo Redentor nuestro! Así como diste a María, entre las demás virtudes, una pureza y castidad eximia, por la cual es llamada Virgen de las Vírgenes, así Te suplicamos, por intercesión de tu Madre Inmaculada, nos concedas la dificilísima virtud de la castidad, que no se puede conservar sin tu gracia, pero que tantos han conservado mediante la devoción de la Virgen y tu protección.


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DÍA OCTAVO
Oración particular

¡Oh Santísimo Hijo de María Inmaculada y benignísimo Redentor nuestro! Así como diste a María la gracia de una ardentísima caridad y amor de Dios sobre todas las cosas, así Te rogamos humildemente, por intercesión de tu Madre Inmaculada, nos concedas un amor sincero a Ti, oh Dios y Señor nuestro, nuestro verdadero bien, nuestro bienhechor, nuestro Padre, y que antes queramos perder todas las cosas que ofenderte con un solo pecado.


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DÍA NOVENO
Oración particular

¡Oh Santísimo Hijo de María Inmaculada y benignísimo Redentor nuestro! Así como has concedido a María la gracia de ir al cielo y de ser en él colocada en el primer lugar después de Ti, así Te suplicamos humildemente, por intercesión de tu Madre Inmaculada, nos concedas una buena muerte, que recibamos bien los últimos sacramentos, que expiremos sin mancha ninguna de pecado en la conciencia y vayamos al cielo para siempre gozar en tu compañía y la de nuestra Madre, con todos los que se han salvado por ella.


LETANÍA A LA VIRGEN

Señor, tened piedad de nosotros.
Cristo, tened piedad de nosotros.
Señor, tened piedad de nosotros.
Cristo, óyenos. Cristo, óyenos.
Cristo, escuchadnos, Cristo, escuchadnos,
Dios, Padre celestial. Tened piedad de nosotros.
Dios, Hijo, Redentor del mundo. Tened piedad de nosotros.
Dios, Espíritu Santo. Tened piedad de nosotros.
Trinidad Santa, un solo Dios. Tened piedad de nosotros.


A las siguientes contestamos: “Ora pro nobis” o “Ruega por nosotros”

Santa María,
Santa Madre de Dios,
Santa Virgen de las vírgenes,
Madre de Cristo,
Madre de la Divina Gracia,
Madre purísima,
Madre castísima,
Madre inviolada,
Madre y virgen,
Madre inmaculada,
Madre amable,
Madre admirable,
Madre del buen consejo,
Madre del Creador,
Madre del Salvador,
Virgen prudentísima,
Virgen digna de veneración,
Virgen digna de exaltación,
Virgen poderosa,
Virgen clemente,
Virgen fiel,
Espejo de justicia,
Trono de la sabiduría,
Causa de nuestra alegría,
Vaso espiritual,
Vaso digno de honor,
Vaso insigne de devoción,
Rosa mística,
Torre de David,
Torre de marfil,
Casa de oro,
Arca de la alianza,
Puerta del Cielo,
Estrella de la mañana,
Salud de los enfermos,
Refugio de los pecadores,
Consoladora de los afligidos,
Auxilio de los Cristianos,
Reina de los Ángeles,
Reina de los Patriarcas,
Reina de los Profetas,
Reina de los Apóstoles,
Reina de los Mártires,
Reina de los Confesores,
Reina de las Vírgenes,
Reina de todos los Santos,
Reina, concebida sin pecado original,
Reina, asunta a los Cielos,
Reina del santísimo Rosario,
Reina de la Paz,

Cordero de Dios, que quitáis los pecados del mundo. Perdonadnos, Señor.
Cordero de Dios, que quitáis los pecados del mundo. Escuchadnos, Señor.
Cordero de Dios, que quitáis los pecados del mundo. Tened piedad de nosotros.

V. Rogad por nosotros, Santa Madre de Dios.
R. Para que seamos dignos de las promesas de Jesucristo.

ORACIÓN

Os rogamos, Señor Dios, que nos concedáis a vuestros siervos gozar de continua salud de alma y cuerpo; y que por la intercesión de la siempre Virgen Santa María, seamos libres de las tristezas de esta vida y gocemos de las eternas alegrías del cielo. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.

viernes, 28 de noviembre de 2008

jueves, 27 de noviembre de 2008

miércoles, 26 de noviembre de 2008

martes, 25 de noviembre de 2008

lunes, 24 de noviembre de 2008

domingo, 23 de noviembre de 2008

VENEZUELA DECIDE...

EL EVANGELIO DEL DIA DOMINGO

Evangelio según San Mateo 25,31-46.

Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso.
Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos,
y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda.
Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: 'Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo,
porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron;
desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver'.
Los justos le responderán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber?
¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos?
¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?'.
Y el Rey les responderá: 'Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo'.
Luego dirá a los de su izquierda: 'Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles,
porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber;
estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron'.
Estos, a su vez, le preguntarán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?'.
Y él les responderá: 'Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo'.
Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna".


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

sábado, 22 de noviembre de 2008

FELIZ DÍA DEL MÚSICO...!


En el año 1594 Santa Cecilia fue nombrada patrona de la música por el Papa Gregorio XIII y, a través de los siglos, su figura ha permanecido venerada por la humanidad con ese padrinazgo. Su fiesta es el 22 de noviembre, fecha que corresponde con su nacimiento y que ha sido adoptada mundialmente como el Día de la Música. El padrinazgo de la música le fue otorgado por haber demostrado una atracción irresistible hacia los acordes melodiosos de los instrumentos. Su espíritu sensible y apasionado por este arte convirtió así su nombre en símbolo de la música.

DALE CLIP Y CONOCE LA HISTORIA:

viernes, 21 de noviembre de 2008


CANTO A LA LIBERTAD
José Antonio Labordeta



Habrá un día
en que todos
al levantar la vista,
veremos una tierra
que ponga libertad.

Hermano, aquí mi mano,
será tuya mi frente,
y tu gesto de siempre
caerá sin levantar
huracanes de miedo
ante la libertad.

Haremos el camino
en un mismo trazado,
uniendo nuestros hombros
para así levantar
a aquellos que cayeron
gritando libertad.

Habrá un día
en que todos
al levantar la vista,
veremos una tierra
que ponga libertad.

Sonarán las campanas
desde los campanarios,
y los campos desiertos
volverán a granar
unas espigas altas
dispuestas para el pan.


Para un pan que en los siglos
nunca fue repartido
entre todos aquellos
que hicieron lo posible
por empujar la historia
hacia la libertad.
Habrá un día
en que todos
al levantar la vista,
veremos una tierra
que ponga libertad.

También será posible
que esa hermosa mañana
ni tú, ni yo, ni el otro
la lleguemos a ver;
pero habrá que forzarla
para que pueda ser.

Que sea como un viento
que arranque los matojos
surgiendo la verdad,
y limpie los caminos
de siglos de destrozos
contra la libertad.

Habrá un día
en que todos
al levantar la vista,
veremos una tierra
que ponga libertad.

jueves, 20 de noviembre de 2008




¿Qué es educar?

Toda educación se mueve en el binomio información-formación. La información nos proporciona los conocimientos necesarios para manejarnos en la sociedad y conseguir una capacitación profesional que permita el desarrollo personal en el trabajo. Uno de los fines del sistema educativo es formar administrativos, chóferes, médicos, informáticos, químicos, etc.

La información no se refiere solamente al aspecto profesional, sino también a la adquisición de habilidades y procedimientos de actuación, que permiten perfeccionar ciertas facultades humanas. Por eso hablamos de educación sentimental, sexual, vial, cívica y de dominio de la voluntad. Para un estudiante es importante la adquisición de técnicas de estudio, de procedimientos para desarrollar la memoria y dominar las técnicas de lectura rápida manteniendo la comprensión.

Pero la información sola no basta, hace falta que vaya acompañada de una orientación. Esto es lo que llamamos formación. Por ejemplo, en la educación sexual, no basta con conocer la anatomía, la fisiología del aparato reproductor y los mecanismos endocrinológicos del organismo. Hace falta dar pautas de conducta que nos expliquen con claridad para qué sirve la sexualidad, su integración en la personalidad humana, su finalidad, etc.

La educación conduce a la formación de un hombre más maduro, más completo y más coherente. El hombre es maduro cuando alcanza un buen equilibrio personal entre sus facultades intelectuales, su cuerpo y sus relaciones sociales. Es completo cuando sabe integrar diversas vertientes adecuadamente y es coherente cuando establece una armonía ente las ideas y la conducta, entre la teoría y la práctica. El hombre formado es más humano y más espiritual, más dueño de sí mismo.

En toda educación es importante la figura del educador (padre y profesor) y la tarea de autoformación del propio educando. El poder del educador depende menos de su palabra que de su ejemplo. El chico necesita un modelo de identidad, una persona ejemplar a la que admirar y en quien aprender. Las palabras mueven, pero el ejemplo arrastra.

Pero el agente principal de la educación es uno mismo, es la propia persona que formula y desarrolla su proyecto personal. Los medios para alcanzar los objetivos propuestos son dos: la motivación y el esfuerzo. La motivación nos mueve a actuar y mediante el esfuerzo realizamos pequeños vencimientos concretos, repetidos una y otra vez, hasta conseguir el control de la propia conducta.

Arturo Ramo García.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

LA GREY CAMINÓ Y ORÓ AYER JUNTO A SU PATRONA


A las 7:38 de la noche salió la procesión al ritmo de Chinita de Maracaibo y gaitas
Texto: Mariana Albarrán Pasini

Foto: Alberto Alvarado


La procesión patronal visitó a los habitantes de El Saladillo. Las flores y gaitas no faltaron en el peregrinar.

Cuando el día cedía su turno a la noche, más de seis mil almas aguardaban, ayer, el encuentro con la reliquia chiquinquireña y su carroza. A las 7:30 .... de la noche, el deseo de la multitud se cumplió. María del Rosario de Chiquinquirá, lucía sus mejores galas, con su corona de 10 kilos de oro, los ángeles custodios y el cetro, para salir a las calles de su barriada, donde la fe y orgullo de venerar a la Madre de Dios, brotaban por doquier.

El aroma a rosas acompañó a los fieles en el recorrido de cuatro horas por los alrededores de San Juan de Dios. Las banderas blancas y celestes enarboladas en los ventanales coloniales y las gaitas de Ricardo Aguirre, indicaban que por allí pasaría la procesión.

“Aunque no vivo en El Saladillo. Vengo todos los años a la calle El Recreo para ver a la Reina Morena”, indicó María Chiquinquirá de López, de 62 años y habitante de la urbanización La Estrella.

Dos columnas de Hijas de María y un ejército de Servidores, se encargaron de acompañar a la Dama de El Saladillo, mientras recibía los tributos de sus hijos.

“Tengo el corazón agitado, tan sólo de ver el retablo. Si puedo acercarme a la carroza le imploraré por la salud de mi hijo. Sé que ella me comprenderá”, dijo Victoria de Márquez, entre una lluvia de flores.

Las peticiones y promesas no cesaron en un instante. Mujeres de todas las edades vestidas de manta guajira, niños vestidos de ángeles y personas con la imagen de la Virgen zuliana, destacaban en la multitud.

“Es un verdadero milagro caminar bajo el mesón. La oración nos ayuda a movernos casi a oscuras”, precisó Jorge Vílchez, vicepresidente de la sociedad Servidores de María.

Los fieles católicos acompañaron hasta casi entrada la madrugada a la Patrona, por la avenida Padre Áñez, El Recreo, Navarro, Padilla y Los Andes. Los habitantes de la la calle Celis, también recibieron a la visitante.

El pueblo se encontró ayer con su Reina, como ha sucedido en los últimos 266 años. La cita se repetirá el sábado 29 de noviembre, cuando se realice la procesión parroquial.

martes, 18 de noviembre de 2008

ESTAMOS DE FIESTA...!


Pueblo zuliano celebra con gaitas y alegría el Día de la Chinita

Caracas, 18 Nov. ABN.- El mes de noviembre es de especial significación para el pueblo zuliano, ya que se llevan a cabo las celebraciones en honor a la Chinita o Virgen de la Chiquinquirá.

Es por este motivo que durante estos días la gaita suena con especial frenesí y alegría en todo el Zulia.

De las numerosas fiestas en honor a la Virgen, quizás la más impresionante sea el llamado Amanecer Gaitero, en el que el pueblo de Maracaibo se congrega en la madrugada del 18 de noviembre en la plazoleta de la Basílica para cantarle a la Chinita las Mañanitas y el Cumpleaños Feliz.

El milagro de la Virgen

El amor chiquinquireño cumple este martes 299 años de historia y tradición, luego de que el 18 de noviembre de 1709 se diera el milagro de la renovación en la tablita.

Es que el 18 de noviembre de 1709, sobre las olas retozonas del marabino lago, cabalgaba una pequeña tabla lisa. Era de madrugada y un grupo de mujeres cumplía su diaria labor de lavado de ropas. Esa tablita fue tomada por una anciana, porque la necesitaba para tapar la tinaja del agua y la llevó a su casa. Allí, poco a poco, la madera empezó a mancharse, la viejita la limpió y notó que aparecían signos de una imagen religiosa y por esta razón, la colocó en un sitio especial de la casa.

No pasó mucho tiempo sin que ocurriera el milagro: la casa empezó a sacudirse y se iluminó por completo con los fulgores que el retablo difundía en haces meridianos.

La pobre anciana, atribulada, se postró de hinojos ante la Virgen de Chiquinquirá y empezó a decir: “¡Milagro, ¡Milagro!”. Los vecinos acudieron y vieron a la Virgen de color mestizo y de faz indígena, que a todos miraba con semblante acogedor.

Posteriormente, las autoridades eclesiásticas pensaron en trasladar la milagrosa tabla a la catedral, pero la Virgen escogió su propio santuario al adquirir un peso imposible de ser levantado por los devotos que iban en procesión, pero al desviar el rumbo hacia la ermita de San Juan de Dios, construida en 1686, todo se hizo posible y desde entonces está allí, La Chinita, alimentando el fervor mariano de los zulianos.

En la actualidad, en la casa donde se efectuó el hallazgo de la virgen se levanta un majestuoso templo hogar de la Santa Patrona, en el cual se celebra el santo sacrificio de la misa y aquella tablita milagrosa en la cual se encuentra reflejada la imagen sagrada se expone con orgullo en este altar, donde se puede ver con gran claridad la indescriptible y soberana aparición de la Virgen de Chiquinquirá. La calle donde estaba la casa tomó desde ese momento el nombre de Calle del Milagro.

La Basílica

El 18 de mayo de 1920, el papa Benedicto XV distinguió con el título de Basílica Menor la de San Juan de Dios, que los zulianos llaman Basílica de Chiquinquirá. Ya antes, el 16 de julio de 1917, había dispuesto el mismo Papa la coronación canónica de la Virgen de Chiquinquirá.

Estas gestiones fueron hechas, según el historiador Adolfo Romero Luengo, por el padre Antonio María Soto Romero, de los Puertos de Altagracia.

Sin embargo, el acto de la coronación efectiva de la Virgen se realizó muchos años después, el 18 de noviembre de 1942, con asistencia del presidente de la República de entonces, Isaías Medina Angarita, y su gabinete.

El papa Juan Pablo II, durante su visita a Maracaibo, el 27 de enero de 1985, celebró la homilía Nueva Evangelización, ante el altar de Nuestra Señora de Chiquinquirá.

Rutilio Ortega, en el libro Virgen de Chiquinquirá, Madre y Reina de los zulianos, expresa que la Chinita es símbolo de la zulianidad, de su identidad como pueblo, que la Chiquinquirá es el recuerdo viviente de las abuelas y madres que se han muerto y que les transmitieron el culto a sus descendientes desde niños.

“Anda intacta en nuestros corazones, estemos donde estemos y hagamos lo que hagamos”, relata en el libro.

Siempre fieles.

Cada año, miles de fieles la visitan en su casa, la Basílica, allí, y especialmente en sus corazones, le expresan su amor y fe, le hablan de sus anhelos, preocupaciones y esperanzas.

“Por eso, la llamamos con cariño Chinita, porque es parte de nuestra familia, es nuestra Madre”, expresa Rubia Iguarán, ama de casa de 53 años de edad.

De sus milagros dan testimonio también personas unidas por la fe. Ricos y pobres, profesionales y trabajadores, niños y adultos tienen en común llamar a la Madre de Dios: Chinita.

Constituida por cerca de 500 hombres, jóvenes y niños, la sociedad Servidores de María nació el 6 de diciembre de 1901, tras la llamada procesión de La Aurora, celebración que marca el regreso de La Chinita a su santuario y sentencia el final de las festividades chiquinquireñas.

“Una serie de hombres se congregaban para cargar a la virgen sobre sus hombros. Había en el ambiente, dentro del hombre zuliano, un clamor por servirle”, cuenta Jorge Vílchez, presidente de la agrupación mariana.

El padre Antonio María Soto, responsable de la elección como basílica de la Iglesia San Juan de Dios y quien además solicitó a la cúpula eclesiástica la coronación canónica de La Chinita, congregó a principios del siglo pasado a cerca de 45 hombres dispuestos a servir a María.

Con ellos fundó una sociedad que tiene dos obligaciones primordiales: cargar la imagen de la patrona donde quiera que deban trasladarla y difundir la devoción hacia la advocación de Nuestra Señora de Chiquinquirá.

Los Servidores de María escoltan a La Chinita durante su recorrido en las procesiones tradicionales, incluidos los 18 de cada mes, y hasta en los lugares más impensados, como poblados lacustres, la cárcel de Sabaneta o el sector Arismendi de Maracaibo, comunidad recientemente arrasada por las lluvias.

“Es como decía monseñor Domingo Roa Pérez: No hay orgullo más grande para un zuliano que cargar sobre sus hombros la sagrada imagen de Nuestra Señora. Cada vez que uno la tiene sobre sus hombros se renueva esa vivencia”, aseguró el dirigente de la sociedad religiosa.

Durante décadas, sólo los familiares de los servidores podían integrar sus filas. Si alguien formaba parte de la sociedad y fallecía, entonces ese cupo podía ser ocupado por su hijo o nieto. En la actualidad, no obstante, los aspirantes pueden ingresar mediante dos vías: por promesa de servicio a La Chinita o por devoción.

“La virgen siempre llama a sus devotos, no importa la edad que tenga. Puede ser un niño que por promesa, su madre lo trajo a la sociedad para que fuese servidor o una persona que vio pasar la procesión de la virgen”, sostuvo Nolberto Delgado, presidente del Consejo de Admisión y Disciplina.


DÍA DE LA CHINITA

El 18 de noviembre de 1709, sobre las olas retozonas del marabino lago cabalgaba una pequeña tabla lisa. Era de madrugada y un grupo de mujeres cumplía su diaria labor de lavado de ropas. Esa tablita fue tomada por una anciana, porque la necesitaba para tapar la tinaja del agua y la llevó a su casa. Allí, poco a poco, la madera empezó a mancharse, la viejita la limpió y notó que aparecían signos de una imagen religiosa y por esta razón la colocó en un sitio especial de la casa. No pasó mucho tiempo sin que ocurriera el milagro: la casa empezó a sacudirse y se iluminó por completo «con los fulgores que el retablo difundía en haces meridianos».

La pobre anciana, atribulada, se postró de hinojos ante la Virgen de Chiquinquirá y empezó a «¡Milagro, ¡Milagro!». Los vecinos acudieron y vieron a la Virgen «de color mestizo y de faz indígena, que a todos miraba con semblante acogedor». Posteriormente, las autoridades eclesiásticas pensaron en trasladar la milagrosa tabla a la Catedral, pero la Virgen escogió su propio santuario, al adquirir un peso imposible de ser levantado por los devotos que iban en procesión. Pero al desviar el rumbo hacia la ermita de San Juan de Dios, construida en 1686, todo se hizo posible y desde entonces está allí, La Chinita, alimentando el fervor mariano de los Zulianos.

El 18 de mayo de 1920 el Papa Benedicto XV distinguió con el título de Basílica Menor la de San Juan de Dios, que los Zulianos llaman Basílica de Chiquinquirá. Ya antes, el 16 de julio de 1917 había dispuesto el mismo Papa la coronación canónica de la Virgen de Chiquinquirá. Estas gestiones fueron hechas, según el historiador Adolfo Romero Luengo (La Madre de Dios en el Zulia, p. 47 ss) por el padre Antonio María Soto Romero, de los Puertos de Altagracia.

Sin embargo, el acto de la coronación efectiva de la Virgen se realizó muchos años después, el 18 de noviembre de 1942, con asistencia del Presidente de la República Isaías Medina Angarita y su Gabinete.

El Papa Juan Pablo II, durante su visita a Maracaibo el 27 de enero de 1985, celebró la homilía «Nueva Evangelización» ante el altar de Nuestra Señora de Chiquinquirá.


HIMNO A LA CHINITA

CORO

¡Gloria a Ti , casta Señora,
de mi pueblo bravo y fuerte,
que en la vida y en la muerte
ama y lucha, canta y ora!

I
Autóctona Virgen
de rostro bronceado,
mi Lago encantado
te exorne los pies
con rizos y ondas
de armónico halago,
y Reina del Lago
te digan doquier.

II
Bruñeron tus sienes
con lirios plasmadas
ígneas llamaradas
de eterno brillar
por eso mi tierra,
que el trópico inflama,
del Sol te proclama
la Reina inmortal.

III
La extraña fecunda
del suelo nativo
por Ti fluya un vivo
tesoro sin fin,
riberas y llano,
lagunas y sierra,
Reina de mi tierra
te llamen a Ti.

IV
Y porque mi casta
florezca en virtudes
tus excelsitudes
proclame la grey
Reina de mi Tribu,
llamándote, en tanto
la dicha o el llanto
nos colmen. Amén.
***********************

Letra: Graciela Rincón
Música: Adolfo De Pool


domingo, 16 de noviembre de 2008

EL EVANGELIO DEL DIA

Evangelio según San Mateo 25,14-30.

El Reino de los Cielos es también como un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes.
A uno le dio cinco talentos, a otro dos, y uno solo a un tercero, a cada uno según su capacidad; y después partió. En seguida,
el que había recibido cinco talentos, fue a negociar con ellos y ganó otros cinco.
De la misma manera, el que recibió dos, ganó otros dos,
pero el que recibió uno solo, hizo un pozo y enterró el dinero de su señor.
Después de un largo tiempo, llegó el señor y arregló las cuentas con sus servidores.
El que había recibido los cinco talentos se adelantó y le presentó otros cinco. 'Señor, le dijo, me has confiado cinco talentos: aquí están los otros cinco que he ganado'.
'Está bien, servidor bueno y fiel, le dijo su señor, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor'.
Llegó luego el que había recibido dos talentos y le dijo: 'Señor, me has confiado dos talentos: aquí están los otros dos que he ganado'.
'Está bien, servidor bueno y fiel, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor'.
Llegó luego el que había recibido un solo talento. 'Señor, le dijo, sé que eres un hombre exigente: cosechas donde no has sembrado y recoges donde no has esparcido.
Por eso tuve miedo y fui a enterrar tu talento: ¡aquí tienes lo tuyo!'.
Pero el señor le respondió: 'Servidor malo y perezoso, si sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido,
tendrías que haber colocado el dinero en el banco, y así, a mi regreso, lo hubiera recuperado con intereses.
Quítenle el talento para dárselo al que tiene diez,
porque a quien tiene, se le dará y tendrá de más, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene.
Echen afuera, a las tinieblas, a este servidor inútil; allí habrá llanto y rechinar de dientes'.

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

jueves, 13 de noviembre de 2008

miércoles, 12 de noviembre de 2008

domingo, 9 de noviembre de 2008

EL EVANGELIO DEL DIA

Evangelio según San Juan 2,13-22.

Se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén
y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas.
Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas
y dijo a los vendedores de palomas: "Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio".
Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: El celo por tu Casa me consumirá.
Entonces los judíos le preguntaron: "¿Qué signo nos das para obrar así?".
Jesús les respondió: "Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar".
Los judíos le dijeron: "Han sido necesarios cuarenta y seis años para construir este Templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?".
Pero él se refería al templo de su cuerpo.
Por eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado.

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

sábado, 8 de noviembre de 2008

viernes, 7 de noviembre de 2008

LA FAMILIA




LA FAMILIA, EDUCADORA DE LA PERSONA
Rev. Dr. Eduardo Torres Moreno



1.- La familia, entre angustias y esperanzas.

Estamos en una reunión de educadores. Probablemente no tendríamos que ocuparnos siquiera de este tema si no estuviéramos todos convencidos de que la familia está en crisis y que esa crisis arrastra, de muchas maneras, a la misma escuela.

Un somero análisis sociológico nos hace ver cómo la institución familiar está aquejada en nuestros días de graves ataques de egoísmo, incomunicación y desconfianza; falta la sinceridad, el respeto, el diálogo y el servicio mutuo entre sus miembros; ... por no hablar de la incapacidad de sacrificio y servicio desinteresado entre los esposos, los hijos y los diversos parientes. Es evidente la falta de autoridad de los padres y su prolongada ausencia del hogar, la confusión de roles entre los esposos, la mala administración económica, la indiferencia de los hermanos entre sí o el miedo a tener hijos. Hay muchas familias destrozadas por la infidelidad, el divorcio, la irresponsabilidad de los cabezas de familia, el maltrato y la violencia doméstica, e incluso el abuso psicológico o sexual. No necesito detenerme en ofrecer pruebas estadísticas que pueden conseguirse fácilmente. Con todo, el peligro más grave que afecta a nuestras familias en la sociedad contemporánea es, sin duda ninguna, el miedo al futuro, la falta de esperanza.

Como escribía Juan Pablo II, “... nuestra civilización, aun teniendo tantos aspectos positivos a nivel material y cultural, debería darse cuenta de que, desde diversos puntos de vista, es una civilización enferma, que produce profundas alteraciones en el hombre.¿Por qué sucede esto? La razón está en el hecho de que nuestra sociedad se ha alejado de la plena verdad (...) sobre lo que el hombre y la mujer son como personas. Por consiguiente, no sabe comprender adecuadamente lo que son verdaderamente la entrega de las personas en el matrimonio, el amor responsable al servicio de la paternidad y la maternidad, la auténtica grandeza de la generación y la educación.»”[1].

La experiencia propia de cuantos aquí nos encontramos testimonia claramente cómo estos problemas familiares afectan inexorablemente a la escuela, por cuanto son arrastrados por los alumnos, los profesores, los administrativos. Todos los miembros de la comunidad educativa pertenecen a una familia y se ven afectados por ella. Al mismo tiempo, en la interacción propia de la dinámica educativa, los problemas familiares de todos sus miembros no sólo se reflejan perfectamente sino que pueden multiplicarse o intensificarse de diverso modo al propio del ámbito familiar y afectar seriamente el desempeño académico.

Sin embargo, aunque todo esto sea verdad, no es toda la realidad, ni tampoco la parte más importante. Los aquí presentes somos educadores cristianos, y por tanto somos depositarios de una esperanza: nuestra fe. Como cristianos y en la medida en que lo somos, los aquí reunidos confesamos una común fe en el hombre, en la familia, en nuestro trabajo y en el futuro. Por ello, aunque debemos ser realistas para considerar los problemas actuales en su justa gravedad, forma parte también del realismo cristiano considerar las maravillas que la fe nos hace descubrir y hacerlas operativas en nuestras vidas. Sirviéndome de textos del Papa Juan Pablo II les propongo comenzar esta reflexión con esta cuádruple confesión de fe.

Fe en el hombre, ya que en él ha creído desde el principio Dios Creador, y por él ha dado la vida el Redentor:

“El hombre que quiere compren­derse hasta el fondo a sí mismo (...), debe, con su inquietud, incertidumbre e incluso con su debilidad y pecaminosidad, con su vida y con su muerte, acercarse a Cristo. Debe, por decirlo así, entrar en Él con todo su ser, debe "apropiarse" y asimilar toda la realidad de la Encarnación y de la Redención para encontrarse a sí mismo. Si se realiza en él este hondo proceso, entonces él da frutos no sólo de adoración a Dios, sino también de profunda maravilla de sí mismo. ¡Qué valor debe tener el hombre a los ojos del Creador, si ha "merecido tener tan grande Redentor", si Dios ha dado a su Hijo, a fin de que él, el hombre, "no muera sino que tenga la vida eterna"!. En realidad, ese profundo estupor respecto al valor y a la dignidad del hombre se llama Evangelio, es decir, Buena Nueva. Se llama también cristianismo. Este estupor justifica la misión de la Iglesia en el mundo, incluso, y quizá aún más, en el mundo contemporáneo”[2].

Fe en la familia, pues por muchos y graves que sean los males que la aquejan, el hombre es impensable sin la familia: el lugar donde nace y donde muere, el hogar donde se cría, la fragua donde se forma. La familia será siempre, a pesar de todos los contratiempos, la comunidad natural donde el hombre vale no por lo que tiene sino por lo que es. Y por tanto el hombre será lo que sea su familia:

“Entre los numerosos caminos [de la Iglesia], la familia es el primero y el más importante. Es un camino común, aunque particular, único e irrepetible, como irrepetible es todo hombre; un camino del cual no puede alejarse el ser humano. En efecto, él viene al mundo en el seno de una familia, por lo cual puede decirse que debe a ella el hecho mismo de existir como hombre. Cuando falta la familia, se crea en la persona que viene al mundo una carencia preocupante y dolorosa que pesará posteriormente durante toda la vida”[3]

Fe en la educación, ya que

“La educación es un proceso singular en el que la recíproca comunión de las personas está llena de grandes significados [tanto para quien educa como para quien es educado]. El educador es una persona que «engendra» en sentido espiritual. Bajo esta perspectiva, la educación puede ser considerada un verdadero apostolado. Es una comunicación vital, que no sólo establece una relación profunda entre educador y educando, sino que hace participar a ambos en la verdad y en el amor, meta final a la que está llamado todo hombre por parte de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo”[4].

Fe en el futuro, fe que se hace esperanza: porque el futuro está en manos de Dios y es nuestro Padre.



2.- El valor irrenunciable de la familia.

Para los cristianos la familia tiene un valor incuestionable, incalculable e insustituible, por cuanto no sólo confesamos a Dios Creador como su Autor, sino que también reconocemos que en ella Dios se nos revela como Misterio de comunión de personas, Resplandor de Amor y Señor de la vida.

A.- La familia, cuna de la persona.

La identidad íntima de cada hombre y de cada mujer “consiste en la capacidad de vivir en la verdad y en el amor (...). La familia, que se inicia con el amor del hombre y la mujer, surge radicalmente del misterio de Dios. Esto corresponde a la esencia más íntima del hombre y de la mujer, y a su natural y auténtica dignidad de personas. (...) Mediante la comunión de personas, que se realiza en el matrimonio, el hombre y la mujer dan origen a la familia. Con ella se relaciona la genealogía de cada hombre: la genealogía de la persona. La paternidad y la maternidad humanas están basadas en la biología y, al mismo tiempo, la superan. (...) Al afirmar que los esposos, en cuanto padres, son colaboradores de Dios Creador en la concepción y generación de un nuevo ser humano, no nos referimos sólo al aspecto biológico; queremos subrayar más bien que en la paternidad y maternidad humanas Dios mismo está presente de un modo diverso de como lo está en cualquier otra generación «sobre la tierra». En efecto, solamente de Dios puede provenir aquella «imagen y semejanza», propia del ser humano, como sucedió en la creación. La generación es, por consiguiente, la continuación de la creación.

Así, pues, tanto en la concepción como en el nacimiento de un nuevo ser, los padres se hallan ante un «gran misterio» (Ef 5, 32). También el nuevo ser humano, igual que sus padres, es llamado a la existencia como persona y a la vida «en la verdad y en el amor». Esta llamada se refiere no sólo a lo temporal, sino también a lo eterno”[5].

A la luz de esta doctrina de la Carta a las familias para poder asomarnos a un concepto tanto más usado y de moda como, por otra parte, realmente desconocido: el concepto de persona. Sorprendentemente la mayoría de los que lo usan tan abundante como vacuamente parecen olvidar que estamos ante un concepto límite: un concepto mínimo respecto a la realidad que representa, y máximo respecto a lo que nos es dado conocer: es un concepto que desborda a la razón, ya que no puede agotar toda la realidad a la que se refiere. Ciertamente algo podemos conocer de él: Santo Tomás dice que persona “significa lo más perfecto que existe en la naturaleza: subsistens in rationali natura”(STh. I, q.29, a.3, in c.). Aplicado a Dios de manera análoga y eminente (tres Personas en un sólo Dios) designa una realidad que, en él se realiza de una manera propia e infinitamente superior a como se realiza en la naturaleza humana.

Cuando se aplica el concepto persona al ser humano, se refiere a realidades objetivas, subsistentes, distintas entre sí y que actúan con inteligencia y libertad. Es la sustancia completa, incomunicable desde fuera y numéricamente distinta de las demás. Se puede definir el concepto de la persona humana como la relación subsistente que da actualidad al ser de naturaleza racional y corporal, a un ser humano concreto. La persona es así la unidad sustancial que posee una doble condición, ser parte de la naturaleza material y al mismo tiempo trascenderla. No es sólo un individuo de la «especie homo», es mucho más. Es como un todo, pues es «alguien», único e irrepetible; es un «quien» y no sólo un individuo, uno más entre el conjunto de individuos de la especie humana. De hecho porque es más que «algo», sólo puede definirse cabalmente desde dentro y por sí misma. Su originalidad, trascendencia y superioridad deriva de su ontología propia: ser una criatura creada a imagen de Dios y una criatura llamada a ser su hijo en el Hijo. De esta manera cada hombre es una novedad, un nuevo principio de acción; un absoluto, en el sentido de que no es reductible a cualquier otra cosa ni siquiera a uno de sus semejantes. La persona emerge como un misterio abierto a la plena realización de su existencia desde la autoconstrucción, la autoposesión, la autoconciencia, la autodeterminación y la autotrascencencia.

La generación es la forma de la procreación humana. En ella se da una confluencia, o mejor una “alianza” entre dos causas: Dios creador, por una parte, y por otra, la unión que forman los padres en el acto de su unión generativa. Fruto del intimo y verdadero amor de los esposos surge la unidad la comunión interpersonal en su doble dimensión: espiritual y corporal. Y ser portador de la imagen y semejanza de Dios es, ser persona.

Si, por generación entendemos el origen de un ser vivo a partir de otro ser vivo, que arroja como resultado un ser semejante al originante, la generación de la persona implica el origen de la persona a partir de otra persona en una semejanza de naturaleza, pero sobre todo apunta a contemplar en última instancia la generación humana como no otra cosa que la participación, siempre imperfecta, de la única y eterna del Unigénito del Padre. Esto es lo que en definitiva le hace ser persona a cada hombre. Como consecuencia, fuera del campo de la biología, no se debería hablar de reproducción de los seres humanos, ya que el término implica una producción de una copia anterior, una imitación; cosa que, de ninguna manera se da en la generación de la criatura humana, pues en cada desarrollo de cada ser humano hay una novedad de ser, se da una absoluta e irrepetible realidad.

“La paternidad y maternidad humanas, aun siendo biológicamente parecidas a las de otros seres de la naturaleza, tienen en sí mismas, de manera esencial y exclusiva, una «semejanza» con Dios, sobre la que se funda la familia, entendida como comunidad de vida humana, como comunidad de personas unidas en el amor (communio personarum).

A la luz del Nuevo Testamento es posible descubrir que el modelo originario de la familia hay que buscarlo en Dios mismo, en el misterio trinitario de su vida. El «Nosotros» divino constituye el modelo eterno del «nosotros» humano; ante todo, de aquel «nosotros» que está formado por el hombre y la mujer, creados a imagen y semejanza divina. (...)

La familia, comunidad de personas, es, por consiguiente, la primera «sociedad» humana. Surge cuando se realiza la alianza del matrimonio, que abre a los esposos a una perenne comunión de amor y de vida, y se completa plenamente y de manera específica al engendrar los hijos: la «comunión» de los cónyuges da origen a la «comunidad» familiar. Dicha comunidad está conformada profundamente por lo que constituye la esencia propia”[6].

La persona desde su capacidad de auto-construirse, de autodeterminarse, en otras palabras desde su propia capacidad selectiva, va construyéndose -o destruyéndose-como persona. Es persona desde el momento de su creación, pero se “hace” en plenitud en la medida en que libremente se adhiere al Bien. Esta vocación va más allá de los limites del tiempo. Su vivir, su auto-construirse llega a la plenitud cuando participa de la vida de Dios, cuya plenitud se da en el cielo. Por eso, la persona es un proyecto, pero un proyecto cimentado en cielo, en la eternidad. Su razón última de vivir es participar de la filiación del Hijo único de Dios. Como consecuencia, la persona al contemplarse “como término real y directo de la libre acción creadora divina, se ve como término del amor esponsal de Dios”[7].

Por eso, la persona debe saber que su existencia sólo tiene sentido si la convierte en un don para los demás. Quien se guarda, quien no se da, no esta amando y, por tanto, no se cumple como amante, no es capaz de realizar la actividad más alta para los seres que piensan y quieren. A la capacidad de dar le corresponde la de aceptar. Es necesario que exista un “Tú” que acoja el don. De lo contrario el don se frustra. Por eso el amor esponsal es un entregarse recíproco. Finalmente, la persona sólo se entiende desde el amor, como el amor desde la persona. Cada persona es un don incondicionado, creado con la suprema libertad del amor, con la finalidad impresa en su naturaleza de que, reconociendo con su vida inteligente y libre en su valor, en su bien y perfección, ese amor originario que es Dios, pueda corresponder con el mismo amor incondicionado, y encontrar en él su gozo perpetuo. Así el amor del hombre a Dios y al prójimo por Dios es la manifestación directa del amor de Dios por el hombre.[8]

“El hombre no puede vivir sin amor. Él permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experi­menta y lo hace propio, si no participa en él vivamente.”[9].



B.- La familia, hogar del amor

En la antigüedad, los griegos distinguieron cuatro clases de amor: ÉROS (el amor de necesidad, de la tendencia natural a alcanzar un bien necesario), STORGÉ (el amor propio de la familia – el cariño natural), PHILÍA (el amor de amistad que exige la reciprocidad, el amor de correspondencia mutua y de igualdad) y AGÁPE (el amor de la entrega incondicional, el amor totalmente gratuito, el amor que saca fuera de sí). Podemos decir que en el orden del conocer es más fácil conocer el “amor” cuanto más sensitivo sea; sin embargo en el orden del ser, el amor más valioso es el amor de la entrega total de sí, ya que aunque sea más difícil de conocer, es el más perfecto y el más estable ontológicamente, porque depende enteramente de la voluntad.

En la Trinidad tenemos el origen de la dignidad personal en el hogar del Amor: El Padre se comunica en todo con Amor al Hijo (lo único que no es comunicable es el ser Padre). Por ser esa auto-donación plena, definitiva, eterna, divina, consubstancial en el Amor, el Hijo corresponde recíprocamente con su entrega igualmente total y divina en el mismo Amor y se comunica en todo a su Padre (lo único que no es comunicable es el ser Hijo).Y así se da la meta del amor, que es el amor de amistad recíproca, basado en el amor de entrega: La persona que es Amor, Espíritu de Santidad del Padre y del Hijo. Por tanto, el amor propio de la persona es el amor de entrega de sí mismo en cuanto causa de la amistad correspondida, que integra así también los otros amores: el cariño y el gusto o apetito.

La creación es la primera manifestación de ese amor de entrega total de Dios a las criaturas; por tanto, la vida es ya el primer don gratuito de Dios al hombre. Pero sólo cuando el hombre responde con conocimiento y libertad a ese don con su propio amor de entrega total, llega a esa “meta” del amor de amistad con Dios. Eso sucedió de manera perfecta en la encarnación del Hijo. Por eso el hombre alcanza solamente su plenitud personal (auto-posesión y autorrealización), cuando en su amor al otro, devuelve aquello mismo que ha recibido gratuitamente de Dios: el amor de la entrega personal y gratuita, motor de eterno diálogo y recíproca amistad. Por lo tanto, el acto más pleno de la persona es la participación con su amor en el Amor. Por ello dirá San Ireneo que el hombre esté compuesto de sarx, psiché y pneuma: cuerpo, alma y Espíritu (Santo).

Ahora bien, tanto en el plano divino como humano, lo constitutivo del Amor es el diálogo. En Dios, el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo como de un solo principio de espiración activa por el amor mutuo entre el Padre y el Hijo. Consiguientemente, entre los hombres, el amor nace del trato recíproco (diálogo) en la comunión de personas. Se puede decir que la comunión de personas exige el diálogo y que el diálogo exige el amor.

A la luz de nuestra reflexión sobre el origen de la persona, podremos ahora entender que el valor absoluto ontológico de la persona sólo se afirma por el amor de ágape. Los valores relativos (valor emocional o sexual) pueden ser utilizados como guía para descubrir el valor de la persona del otro, como también para opacarlo. Es el amor gratuito de ágape (que es lo propio de la persona) que exige la alteridad (el otro), porque el amor implica un reconocimiento de la dignidad del otro como persona, en cuanto el amor gratuito es auto-donación. Y por esta auto-donación de una persona a la otra, las personas mismas se confirman y afirman más como personas (autoafirmación). A través de la auto-donación, del don de sí, la persona -paradójicamente- se auto-perfecciona, se auto-afirma. Esa auto-donación solo es posible, en la medida en que la persona se posee a sí misma.

Solo el que se posee a sí mismo es realmente libre para elegir el bien, por el cual la persona se auto-construye en una donación mejor de sí.



C.- La familia, santuario de la vida.

La familia es, por tanto, más que cualquier otra realidad social, el ámbito en el que el hombre puede vivir «por sí mismo» a través de la entrega sincera de sí: puede llegar a la autoafirmación a través de la donación gratuita de sí mismo. Por esto, la familia es la institución social que no se puede ni se debe sustituir: es la fragua de la personalidad, el hogar del amor y, por ello, es «el santuario de la vida»”[10].

Si la persona es relación subsistente llamada a la comunión de las Personas Divinas tenemos que deducir que quien vive la realidad de esa comunión con la Trinidad es persona pues está viviendo esa vida espiritual de amistad con Dios. “¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?”[11]. El hombre que es amado por Dios al corresponder a ese amor con su propia entrega llega a la amistad con el Creador. Si el hombre no corresponde a ese amor de Dios y se cierra por el pecado, a esa vida de amistad con Dios, se acabará vaciando y anulando como persona. Estaría viviendo una vida frustrada en la cual no estaría realizando aquello para lo que existe y está llamado como viviente, aquello que lo constituye persona, la donación. Iría contra la naturaleza de su persona al no entregarse, pues “la persona, como la moneda, solo vale cuando se da”.

Por eso precisamente la fundamental donación es la fecundidad, entendida no tanto como reproducción cuanto como proceso espiritual, por cuanto la generación de la persona exige su concepción en la amistad esponsal, su crianza en la amistad maternal y su educación paternal. Así podemos contemplar el modelo original en el Padre que engendra al Hijo en esa mutua entrega que es el Espíritu Santo. Igualmente la familia será comunión de vida en la medida en que esté encendido el fuego del amor en su hogar, en la medida en que haya respeto y honor por cada persona entre los miembros de esa comunidad.






3.- El valor de la escuela, segunda familia:

La escuela está llamada a ser la segunda familia en cuanto que recibe de ella la autoridad educativa, la sirve como ámbito para ampliar los estrechos horizontes del grupo de sangre y se mira en ella como en un espejo para poder construirse, a su imagen, como verdadera comunidad educativa.

A.- Del origen a la crianza: Subsidiariedad del Estado y la Iglesia

La primera realidad que nos debemos tomar verdaderamente en serio los educadores cristianos es la participación de la escuela respecto a la patria potestad. Como siempre ha enseñado la Iglesia:

“Los padres son los primeros y principales educadores de sus propios hijos, y en este campo tienen incluso una competencia fundamental: son educadores por ser padres. Comparten su misión educativa con otras personas e instituciones, como la Iglesia y el Estado. Sin embargo, esto debe hacerse siempre aplicando correctamente el principio de subsidiariedad. Esto implica la legitimidad e incluso el deber de una ayuda a los padres, pero encuentra su límite intrínseco e insuperable en su derecho prevalente y en sus posibilidades efectivas. (...) La subsidiariedad completa así el amor paterno y materno, ratificando su carácter fundamental, porque cualquier otro colaborador en el proceso educativo debe actuar en nombre de los padres, con su consentimiento y, en cierto modo, incluso por encargo suyo"[12].

Que la autoridad fundamental radica en los padres no significa tanto que haya que someter a su arbitrio constante el proceso formativo cuanto que deben formar parte efectiva y efectiva de esa comunidad educativa que llamamos escuela, con verdadera responsabilidad. Los maestros, en cuanto "vicarios de los padres", deben contar con su respaldo permanente en el hogar y exigirlo cuando no se diera: es un punto innegociable. Es preferible tener en clase un "potro" con el respaldo de sus progenitores, ya sabremos "domarlo", que tener al más buenecito de los niños sin el refrendo de su familia. Creo que los criterios de admisión de alumnos en nuestros colegios podrían mejorar mucho en este sentido. No es posible continuar con la práctica irresponsable de aceptar en la escuela alumnos cuyos padres no confían verdaderamente en nuestro ideario educativo sino en nuestra disciplina: mejor que busquen otro "cuartel" o "reformatorio" para sus retoños. Otros, en cambio, aunque vivan imperfectamente la fe cristiana, la aprecian sinceramente y entregan a sus hijos a la escuela confesional porque desean completar la educación que ellos no pueden dar y confían plenamente en la dirección y en la facultad: esto es suficiente. Gracias a Dios, hay otros que no sólo confían globalmente en el ideario educativo del colegio, sino que se involucran en la formación de sus hijos, participando activamente en todos los aspectos de la escuela: éste es el ideal. Además de este respaldo fundamental de los padres, la escuela ha ganado mucho en involucrar a los padres en el mismo proceso educativo escolar, llegando a situaciones en que disfrutan más los propios padres que los hijos de la escuela. Todo lo que incremente el diálogo entre padres y maestros, su interacción educativa, será fructífero con tal que no confunda los papeles ni agobie a ambos.

Pero además de apoyarse en la escuela y apoyarla, la familia necesita la ayuda del Estado y de la entera sociedad:

“La familia [espera de la sociedad] ante todo que sea reconocida en su identidad y aceptada en su naturaleza de sujeto social. (...) ¡Ninguna sociedad humana puede correr el riesgo del permisivismo en cuestiones de fondo relacionadas con la esencia del matrimonio y de la familia! (...) Los derechos de la familia están íntimamente relacionados con los derechos del hombre. En efecto, si la familia es comunión de personas, su autorrealización depende en medida significativa de la justa aplicación de los derechos de las personas que la componen (...) como el derecho de los padres a la procreación responsable y a la educación de la prole (...) Sin embargo, los derechos de la familia no son simplemente la suma matemática de los derechos de la persona, siendo la familia algo más que la suma de sus miembros considerados singularmente. La familia es comunidad de padres e hijos; a veces, comunidad de diversas generaciones. Por esto, su subjetividad, que se construye sobre la base del designio de Dios, fundamenta y exige derechos propios y específicos.”[13]

Desde la escuela podemos hacer mucho más para reclamar del Estado como un derecho básico familiar el reconocimiento efectivo de la libertad de enseñanza. Es cierto que el Estado tiene intereses ideológicos creados y no estará proclive a escucharnos, pero tenemos que aprender a transmitir mejor nuestro mensaje. No estamos reclamando privilegios ni protecciones sino los derechos más básicos de las familias: la libertad de los padres para educar a sus hijos según su conciencia, sin que el Estado les secuestre el alma; la igualdad de oportunidades de las familias necesitadas, que son las que no pueden pagar una escuela de calidad; la justicia distributiva de no ser penalizados tributariamente padres y profesores, condenados a sostener con sus impuestos la competencia desleal y prepotente de la escuela pública. Deberíamos tomar más en serio esta reivindicación como un esfuerzo conjunto, permanente y solidario de educación de las futuras generaciones, ya que de ello depende en muchas ocasiones el futuro de la escuela católica.

Sorprendentemente también debemos exigirnos mucho más como Iglesia a la hora de robustecer la familia como recinto promotor de humanidad:

"En el ámbito de la educación la Iglesia tiene un papel específico que desempeñar. A la luz de la tradición y del magisterio conciliar, se puede afirmar que no se trata sólo de confiar a la Iglesia la educación religioso-moral de la persona, sino de promover todo el proceso educativo de la persona «junto con» la Iglesia. La familia está llamada a desempeñar su deber educativo en la Iglesia, participando así en la vida y en la misión eclesial. La Iglesia desea educar sobre todo por medio de la familia, habilitada para ello por el sacramento, con la correlativa «gracia de estado» y el específico «carisma» de la comunidad familiar.

Uno de los campos en los que la familia es insustituible es ciertamente el de la educación religiosa, gracias a la cual la familia crece como «iglesia doméstica». La educación religiosa y la catequesis de los hijos sitúan a la familia en el ámbito de la Iglesia como un verdadero sujeto de evangelización y de apostolado. Se trata de un derecho relacionado íntimamente con el principio de la libertad religiosa. Las familias, y más concretamente los padres, tienen la libre facultad de escoger para sus hijos un determinado modelo de educación religiosa y moral, de acuerdo con las propias convicciones. Pero incluso cuando confían estos cometidos a instituciones eclesiásticas o a escuelas dirigidas por personal religioso, es necesario que su presencia educativa siga siendo constante y activa”[14].

B.- De la crianza a la instrucción.

La escuela no debe ser sólo una prolongación de la familia sino también una plataforma que abra las mentes de sus integrantes al horizonte infinito de la realidad. La escuela tiene vocación de instrucción: debe transmitir a cada generación el conjunto de hallazgos científicos, normas y costumbres morales, valores y experiencias característicos de toda la civilización en la que la familia está inserta. Ciertamente no es un aspecto único, pero sí necesario y hoy descuidado. La atención al pasado, el ejercicio de la memoria, la acumulación del saber, el desafío de la inteligencia, la valoración de las tradiciones propias y patrias, son la base de una personalidad madura en el presente y de un futuro sin complejos para todos los miembros del plantel escolar. Sin pasado no se puede preparar el futuro, y sin futuro no tiene sentido el presente. Deberíamos estudiar si la ausencia de motivaciones para el aprendizaje que encontramos constantemente entre nuestros alumnos no guarda relación directa con el desprecio de la memoria, el descuido de la instrucción o la falta de reto a la inteligencia. ¿No será que nos aburrimos un poco todos en la escuela, mareados por la inseguridad de una cultura como la nuestra que tiene la mirada sólo puesta en el presente? El relativismo y la inseguridad no pueden atraer a nadie, y desde luego, no a los jóvenes, que por definición son hombre de proyecto, hombres de futuro.



C.-De la instrucción a la educación. La maduración de la persona

Con todo, el proceso educativo no puede quedarse en esa etapa, necesaria, pero no suficiente, de la instrucción escolar, de la transmisión cultural.

"El proceso educativo lleva a la fase de la autoeducación, que se alcanza cuando, gracias a un adecuado nivel de madurez psicofísica, el hombre empieza a «educarse él solo». Con el paso de los años, la autoeducación supera las metas alcanzadas previamente en el proceso educativo, en el cual, sin embargo, sigue teniendo sus raíces. El adolescente encuentra nuevas personas y nuevos ambientes, concretamente los maestros y compañeros de escuela, que ejercen en su vida una influencia que puede resultar educativa o antieducativa.

En esta etapa se aleja, en cierto modo, de la educación recibida en familia, asumiendo a veces una actitud crítica con los padres. Pero, a pesar de todo, el proceso de autoeducación está marcado por la influencia educativa ejercida por la familia y por la escuela sobre el niño y sobre el muchacho. El joven, transformándose y encaminándose también en la propia dirección, sigue quedando íntimamente vinculado a sus raíces existenciales.(...) Engendrar según la carne significa preparar la ulterior «generación», gradual y compleja, mediante todo el proceso educativo. (...) El «principio de honrar», es decir, el reconocimiento y el respeto del hombre como hombre, es la condición fundamental de todo proceso educativo auténtico"[15].



4.- La familia, primera escuela del valer humano. La escuela, familia educativa.

Si la escuela deber ser prolongación e imagen de la familia, hay un aspecto en el que la familia debe ser el primero y principal escuela: la formación moral. Hay muchas cosas, la mayoría, que pueden y debe enseñarse en la escuela, pero hay una que, al decir de los sabios griegos, no se puede enseñar, sólo se puede... aprender. Y eso único que no se puede enseñar es la virtud: la calidad humana, la excelencia como persona, la honestidad. Por eso el señorío humano que se alcanza sirviendo al bien del prójimo por amor de Dios es la materia principal que debe impartir cada familia como escuela de virtudes y cada escuela en cuanto familia de valores, en cuanto ámbito de maestros que respetan a sus alumnos como personas y estudiantes que honran a sus maestros como verdaderos padres.



A.- Principio de coherencia: se enseña con la vida.

En nuestros días vivimos entre una avalancha de papeles pedagógicos, publicaciones, programaciones, evaluaciones, sin embargo sigue siendo verdadero el viejo dicho de que el mejor maestro es el ejemplo:

“En nuestra época [se viene explorando a fondo en los documentos del Magisterio de la Iglesia] (...) el tesoro de la verdad cristiana sobre la familia. Sin embargo, no bastan solamente los testimonios escritos. Mucho más importantes son los testimonios vivos. Pablo VI observaba que, «el hombre contemporáneo escucha de más buena gana a los testigos que a los maestros, o si escucha a los maestros es porque son testigos». Es sobre todo a los testigos a quienes, en la Iglesia, se confía el tesoro de la familia: a los padres y madres, hijos e hijas, que a través de la familia han encontrado el camino de su vocación humana y cristiana, la dimensión del «hombre interior» (Ef 3, 16), de la que habla el Apóstol, y han alcanzado así la santidad. La Sagrada Familia es el comienzo de muchas otras familias santas. El Concilio ha recordado que la santidad es la vocación universal de los bautizados. En nuestra época, como en el pasado, no faltan testigos del «evangelio de la familia», aunque no sean conocidos o no hayan sido proclamados santos por la Iglesia”[16].

Igualmente ocurre entre los maestros, donde tantos santos anónimos, felices en su entrega diaria a sus deberes, son los verdaderos héroes de nuestras escuelas, con su callada abnegación y su sacrificio sonriente.

"Por ello es imprescindible que nos tomemos a los jóvenes en serio. Como decía el maestro Corts Grau, a la juventud hoy se le adula, se la imita, se la seduce, se la tolera... pero no se le exige, no se le ayuda de verdad, no se le responsabiliza... porque, en el fondo, no se le ama. Y esto es, en definitiva, lo que los jóvenes sospechan y, aunque no se atrevan a declararlo, proceden en consecuencia.

El amor noble y normal de padres y maestros para con los jóvenes está siendo sustituido por el emotivismo, por la inundación afectiva, por esas demostraciones de cariño tan ostentosas como superficiales (...)

La propia independencia, la libre actuación personal, sólo se logra desde la base de la dependencia, y nunca la elimina del todo. Porque la libertad humana no consiste en la carencia de vínculos, sino en la calidad de esos vínculos y en la fuerza vital con la que uno los acepta y permanece fiel a ellos. La completa independencia o personal autonomía es una ficción (...) El otro tipo de motivación es el que procede de los sentimientos de simpatía hacia otras personas; pero este emotivismo inmediato, si no está ordenado por hábitos morales firmemente adquiridos, conduce al relativismo ético y a la arbitrariedad sentimental. Está claro que tales planteamientos utilitaristas y emotivistas no dan cuenta de las relaciones -mucho más diversificadas y abiertas- que realmente se establecen entre las personas humanas. Nos encontramos en un continuo proceso de dar y recibir, casi nunca sometido estrictamente a la crispación egoísta del do ut des.(...)

Lo que demanda la sociedad que está surgiendo en nuestras manos a comienzos del nuevo milenio es una "nueva ciudadanía", mucho más activa y responsable, en la que las personas no se conformen con ser convidados de piedra en el concierto público, sino que ejerciten con energía y decisión su libertad social, su responsabilidad cívica y su creatividad cultural (...) Para ello necesitan aprender una asignatura que no está en los libros de texto ni se puede incluir en los planes de estudio. La formación (integral) se adquiere como por ósmosis en la familia, en el colegio, en la parroquia, en las relaciones de parentesco y de vecindad. Esto pone en primer término la necesidad del buen ejemplo. Sólo el que conviva con buenos ciudadanos aprenderá a ser un buen ciudadano. En esta disciplina, todos somos discípulos y maestros a un tiempo. Cada uno debe pensar: que no sea yo el que les falle"[17].

B.- Principio de tolerancia: Uno es el que siembra, otro el que cosecha.

Padres y maestros debemos aprender a saber esperar. La paciencia forma parte de la virtud de la fortaleza; la precipitación, el nerviosismo, los malos modales, los gritos o castigos intempestivos, no indican sino la debilidad de carácter y el fracaso de un educador.

No todo tiene la misma importancia en la vida, y mientras el sabio trata de mandar lo menos posible, y siempre, bien; el necio manda mucho y mal, sin darse cuenta de que quien usa mucho la imposición no ha logrado ni logrará hacerse con la inteligencia del educando. Hay que convencer, más que vencer. Hay padres que no se acuerdan de que fueron hijos y maestros que olvidan sus tiempos de estudiantes. Normalmente, los más intolerante hoy suelen ser los más díscolos ayer: deberían volver a la escuela. El diálogo que reclamaban a sus sufridos padres, se lo niegan hoy a sus pobres hijos; huérfanos, muchas veces, de padres vivos. Hijos que requieren sobre todo de sus padres tiempo y atenciones, reciben montañas de juguetes, videojuegos, televisores, computadoras, deportes y otros muchos caprichos, que no alcanzarán jamás a calmar su hambre y sed de cariño.

Por eso, las normas todas serán insuficientes, cuando no han podido ser explicadas suficientemente en un diálogo formativo ni asumidas gradualmente a lo largo del desarrollo evolutivo mediante el crecimiento interior del educando. La educación moral "a distancia" será siempre superficial y aparente: propia para gobernar esclavos, pero no para engendrar y educar hijos.

C.-Principio de excelencia: de la ley a la virtud.

Por ello, además de enseñar normas y transmitir costumbres, además de inculcar hábitos y desarrollar destrezas, la familia, como escuela moral, y la escuela, como familia de virtudes, deben conducir ambas a todos sus miembros por la escaleras que hace subir desde el amor por la ley hasta la ley del amor.

En esta materia todos somos educadores y educandos: los padres aprenden de sus hijos honestidad, al tiempo que los hijos la aprenden de sus padres; los maestros aprenden la excelencia humana de sus alumnos, al tiempo que éstos la aprenden de ellos.

Debemos tener claro que una educación moral legalista aboca necesariamente a la mediocridad o al puritanismo hipócrita, mientras que la cima de la excelencia humana integral sólo se alcanza mediante una educación moral continua, creciente y progresiva tan exigente como amorosa. Sólo el verdadero amor -verdaderamente paterno- sabe exigir así, y sólo la exigencia moral -verdaderamente moral, no legal- puede alcanzar esa cima.

Se entiende así porqué la misma educación católica está llamada a superar un confesionalismo de vía estrecha y descubrir el verdadero sentido católico -es decir, universal- del esplendor de la verdad. Más que acomodarse en el apoyo político, en el prestigio social o económico:

"Enseñada por las múltiples vicisitudes de su historia, la Iglesia está llamada a liberarse de todo apoyo puramente humano, para vivir en profundidad la ley evangélica de las Bienaventuranzas. Consciente de que la verdad no se impone sino por la fuerza de la misma verdad, que penetra, con suavidad y firmeza a la vez, en las almas, nada pide para sí sino la libertad de anunciar el Evangelio. En efecto, su autoridad se ejerce en el servicio de la verdad y de la caridad."[18]

D.- Principio orgánico: el amor como "entrega sincera de sí" a través de las virtudes cardinales.

Alcanzar la cima de la dignidad humana como persona -la excelencia moral- sólo es posible por integración de todas las virtudes humanas en el amor cristiano, principio orgánico y alma de todas ellas. No es posible alcanzarla ni por acumulación de virtudes parciales, ni por inmersión en teorías de valores, puesto que como el movimiento se demuestra, andando, la honestidad -la excelencia humana- se realiza, amando.

“Hay poca vida verdaderamente humana en las familias de nuestros días. Faltan las personas con las que crear y compartir el bien común; y sin embargo el bien, por su naturaleza, exige ser creado y compartido con otros: «el bien tiende a difundirse» («bonum est diffusivum sui»). El bien, cuanto más común es, tanto más propio es: mío —tuyo— nuestro. Ésta es la lógica intrínseca del vivir en el bien, en la verdad y en la caridad. Si el hombre sabe aceptar esta lógica y seguirla, su existencia llega a ser verdaderamente una «entrega sincera».

El Concilio, al afirmar que el hombre es la única criatura sobre la tierra amada por Dios por sí misma, dice a continuación que él «no puede encontrarse plenamente a sí mismo sino en la entrega sincera de sí mismo». Esto podría parecer una contradicción, pero no lo es absolutamente. Es, más bien, la gran y maravillosa paradoja de la existencia humana: una existencia llamada a servir la verdad en el amor. El amor hace que el hombre se realice mediante la entrega sincera de sí mismo. Amar significa dar y recibir lo que no se puede comprar ni vender, sino sólo regalar libre y recíprocamente"[19].

Por ello los antiguos consideraban deshonesto el negocio de la enseñanza, ya que cobrar por enseñar sería como prostituir la educación. Del mismo modo que es el amor el que engendra y no el sexo -aunque use el sexo para ello-, es sólo el amor el que educa -, y no las instituciones y el dinero -aunque necesite instituciones y dinero-. Y el verdadero amor es siempre gratuito.

Ciertamente necesitaremos seguir cobrando por enseñar -no se asuste nadie, no propongo renunciar al sueldo- pero es importante descubrir la educación más como vocación que como profesión, vivirla más como regalo que como trabajo, hacer del encuentro educativo un gozo interpersonal más que una mecánica instructiva.

5.- Enseñar y aprender amores.

Si todo lo que hasta ahora hemos dicho es verdadero, les propongo que más que hablar de formación en valores, hablemos de formar los amores. Aunque no me detenga en este punto, el concepto de "valor" proviene de la ética fenomenológica trascendental, que trata de cimentar una alternativa a la crisis moral de la modernidad, la moral legalista y puritana que se estaba viniendo abajo. Por más interesante que sea el intento no logra consolidar un soporte suficiente para la renovación moral que está reclamando nuestros días, ya que acepta los mismos plateamientos, subjetivistas, inmanentistas y materialistas, del utilitarismo y del legalismo moderno. Los cristianos tenemos en nuestra propia tradición, sobre todo en la gran moral de los Padres de la Iglesia, ese rearme ético que el mundo necesita, armonizando la moral de virtudes y la catequesis de los mandamientos con la novedad evangélica de las bienaventuranzas, unificado todo desde la caridad. Sólo tenemos que vivirlo. Y ese es el problema propio del conocimiento práctico. Se puede decir que en todo hombre vida y ética tienden a coincidir, ya que todo hombre vive de acuerdo al bien que ama y todo hombre piensa sobre el bien de acuerdo al amor que vive.

El problema es que hoy "una cultura de muerte se sirve necesariamente de una ética escéptica y cínica, mediante la que una vida reducida al nivel mínimo de racionalidad (animalización) atenta contra las posibilidades mismas de la ciencia (embrutecimiento) además de contra la humana dignidad, y arrastra a la colectividad hacia un suicidio colectivo, suicidio tanto más terrible cuanto más indoloro, incoloro e insípido se presente. Y es propiamente la tarea de la anestesia la que se quiere asignar a la educación, transformando el universo en una granja donde quienes escapen a la ideología común se encuentren castigados con la soledad o la burla. Más aún, lo grave de la situación actual no es formar parte de una sociedad que se está suicidando colectivamente, sino que pretende que este enorme suicidio colectivo sea un suicidio asistido: asistido por las autoridades morales y educativas que mediante una ética sin convinciones, el relativismo moral, logren anestesiar al paciente colectivo. Los maestros de la sospecha quieren que los jóvenes sean como ellos, cínicos, convencidos de una sóla verdad, que no hay ninguna verdad que pueda convencer al hombre. Llegamos así a la intolerancia de los “tolerantes” que se sirven de la comodidad intelectual de la ignorancia inducida y de la manipulación de las masas para imponer como única moral “democrática” el vacío moral"[20].

Por ello, entiendo que frente a la propuesta relativista de educar en valores, los cristianos tenemos una vocación a educar en amores y una tradición que nos permite hacerlo con convencida seguridad.

A la luz de esta perspectiva -y me permito repetir un texto que escribí hace dos años- aparece la construcción de la persona humana como la tarea primordial al mismo tiempo del individuo y de la comunidad, tarea de la que nadie puede excluirse ni ser excluido. Lo importante, en este campo, será superar el divorcio entre lo que se piensa y dice con lo que uno vive; lo que se enseña y lo que se es. Me gusta decir a los padres que sus hijos casi nunca hacen lo que ellos les dicen que hagan pero que casi siempre hacen aquello que los padres mismos hacen y viven. Lo mismo se puede decir de un profesional de la educación que participa en definitiva de la verdadera paternidad, la espiritual, y está llamado a engendrar la verdad en el misterio de cada persona, o como diría Sócrates a engendrar para la Belleza.

"Pienso que este cometido es tarea especialmente nuestra, como educadores y como cristianos. Frente a la educación domesticadora o nutritiva, hay que realizar una educación en la responsabilidad. El educando no es un objeto, sino sujeto, un hombre arraigado en el mundo. Por eso, no basta una instrucción positivista y atomizante, no es suficiente con llenar cabezas, ni siquiera con formar cabezas; hay que formar personas completas -cabeza, corazón y miembros- al tiempo que nos formamos a nosotros mismos -los educadores- en esos mismos bienes y verdades que proponemos a los educandos. Frente a un sistema de educación centrado sobre la transmisión de conocimientos y de valores de la sociedad dominante, que no acabará nunca de transformarse independientemente de las estructuras que lo mantienen, hay que buscar nuevas formas que lleven la educación a una participación auténtica de todas las personas implicadas en la comunidad educativa. Es mucho más que dedicar más maestros o aumentar el presupuesto escolar o llenar de computadoras la enseñanza; exige de todos los integrantes en la comunidad educativa una concepción personalista, un amor apasionado por la verdad y una inversión estructural de herramientas y fines. Son los fines los que deben estar claros y firmes, mientras que se pueden y se deben discutir, evaluar, mejorar y cambiar, si fuera necesario, todo lo que tiene razón de medio.

Los criterios que rigen en nuestra sociedad son la utilidad y la eficacia, y las energías, hasta en el campo educativo, se dirigen a crear hombres hábiles, eficientes y competitivos. A veces se educa para el éxito inmediato pero quizá se olvide el ser íntimo del hombre y haya demasiados hombres superficiales, vacíos por dentro, con poco o con nada que ofrecer a los demás.

Educar es enseñar y aprender a ser, es ayudar a que se vaya formando la persona como un potencial abierto que ha de desplegarse, con el convencimiento de que dentro de cada hombre habita la luz interior de la Verdad. El hombre es un ser siendo, una realidad inacabada; el hombre es un quehacer, un proyecto, por eso es necesario abrirse, vivir en la inquietud y nunca dar por terminada la tarea de la propia construcción. Es cada vida un libro de aventuras que se está siempre escribiendo, porque el hombre es un ser siempre en camino, y, por tanto, su plenitud será seguir siempre avanzando sin detenerse en lo conseguido. Y para ello necesita la ayuda de Dios.

Educar para la libertad tiene mucho que ver con educar para el silencio, la admiración, la contemplación. El hombre interior es aquel que supera la superficialidad y llega a lo profundo de sí mismo: «no quieras derramarte fuera; entra dentro de ti mismo, porque en el hombre interior reside la verdad; y si hallares que tu naturaleza es mudable, trasciéndete a ti mismo, mas no olvides que, al remontarte sobre las cimas de tu ser, te elevas sobre tu alma, dotada de razón» (San Agustín, De vera religione 39,72) El ser humano lo es más auténticamente cuanto más deja salir su originalidad, cuando es más él mismo, porque cada uno es único e irrepetible. El centro de la pedagogía siempre es el hombre concreto, que oculta dentro de sí enormes tesoros, el más importante, sin duda, es Dios. Una libertad así entendida, rectamente se experimenta sólo en el amor, un amor que nos arrastra a la búsqueda de la verdad, puesto que el gozo de la verdad es el premio del amor"[21].





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[1] Juan Pablo II (1994) Gratissimam sane, 20.
[2] Juan Pablo II (1979) Carta enc. Redemptor hominis, 10.
[3] Juan Pablo II (1994) Carta Gratissimam sane, 2.
[4] Juan Pablo II (1994) Gratissimam sane, 16.
[5] Juan Pablo II (1994) Gratissimam sane, 8-9.
[6] Juan Pablo II (1994) Gratissimam sane, 6-7.
[7] C. Caffarra, Etica general de la sexualidad, prologo.
[8] cf. 1 Jn. 4, 7-21.
[9] Juan Pablo II (1979) Carta enc. Redemptor hominis, 10.
[10] Juan Pablo II (1994) Gratissimam sane, 11.
[11] I Cor 3,16
[12] Juan Pablo II (1994) Gratissimam sane, 16.
[13] Juan Pablo II (1994) Gratissimam sane, 17.
[14] Juan Pablo II (1994) Gratissimam sane, 16.
[15] Juan Pablo II (1994) Gratissimam sane, 16
[16] Juan Pablo II (1994) Gratissimam sane, 23.
[17] A. Llano (1998) Claves para educar a la generación del "yo"
[18] Juan Pablo II (25.I.1995) Ut unum sint.
[19] Juan Pablo II (1994) Gratissimam sane, 11.
[20] E. Torres (1999) La ética de la vida. Conferencia PUCPR.
[21] E. Torres (2002) La fuerza constructiva de la verdad. Conferencia UCB.