¿Podéis beber la copa que yo voy a beber,
o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado?».
Ellos le dijeron: «Sí, podemos»
(Mc 10,32-45)
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Lejos de interpretar como palabras de
ánimo para una victoria deportiva, el titulo de la entrada de hoy nos
sirve para exhortarnos, levantarnos, animarnos o motivarnos a imitar al
protagonista de la imagen.
Obviamente no se trata del mismo
Jesucristo, es un señor que al que se ha caracterizado para ser
fotografiado evocando a nuestro Señor.
Pero no podemos negar que se trata de una
fotografía impactante que nos conduce a pensar que sin duda estamos
ante el mismo Cristo.
Si nos invitan a una fiesta de disfraces
tendríamos fácil como caracterizarnos una vez que decidamos a quién
queremos imitar. Si elegimos, por ejemplo, ser Blancanieves basta con
comprarnos un traje largo de falda azul y parte de arriba roja y el
resto, sobre todo si eres mujer, solo es maquillarse un poco. Para los
hombres, nos sería más fácil elegir el disfraz de superhéroe. Comprando
el traje del hombre con súper poderes de moda (no me refiero a ningún
presidente de entidad bancaria) y haciendo un poco el ridículo con el
atuendo colocado, ya seríamos uno más en la fiesta.
¿Y si queremos disfrazarnos de Cristo?
…
Zebedeo tenía dos hijos. Juan y Santiago.
Por lo leído hoy, me da a mi que tuvieron que ser de los primeros de
la clase que saltarían cuando el profesor decía lo de “…que levante la
mano quien se haya estudiado lo que no tocaba para hoy…”.
No se entiende de otra forma cuando
después de haberles explicado todo que iba a sufrir cuando subiera a
Jerusalén, los niños de Zebedeo, le dijeran a Jesús que querían sentarse
a sus extremos. Querían entradas de palco VIP.
Jesús les advierte, – ¿¿Vosotros sabéis lo que tenéis que hacer para estar sentados a mi lado??”
-. A sabiendas del cáliz que le tocaría beber y el el bautismo que
había de recibir, quiso cerciorarse de que los discípulos le habían
entendido.
-¡Podemos!- exclamaron al unísono los hermanos.
Cristo se compadecería de sus discípulos al oírlos.
Sin embargo les dio una serie de
instrucciones para estar a su lado. Estas directrices, las debemos
seguir tanto Juan, como Santiago, el mismo Zebedeo, tú y yo, no para sentarnos a su lado, sino para ser como Él mismo.
Esa es la cuestión. Se trata de aspirar es a ser como Él. A imitarlo siempre. A disfrazarnos de Cristo.
Es el imitar su conducta lo que nos hará encontrar un sentido real a nuestro cristianismo y alcanzar la paz que nos llevará a una felicidad plena.
¿Cómo nos disfrazamos de Cristo?
No es necesario dejarse la barba y el pelo largo, caminar con sandalias y encapucharse la cabeza.
Basta con observar la mirada que el protagonista de la fotografía ha sabido plasmar para imitar a Jesús.
Esa mirada cautivadora, llena de amor, de
compasión y comprensión, de ternura, de empatía, de humildad, de
verdad, de entendimiento, misericordia, sencillez, compromiso… seguro
que en tu armario interior hay algo de eso para que puedas comenzar a
disfrazarte de Él.
Para completar nuestra transformación, el
Señor nos da unas pistas con el objeto de moldear nuestra conducta
hasta que aflore en nosotros esa mirada de forma natural: -el
que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y
el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos, que
tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a
dar su vida como rescate por muchos-.
Estamos llamados a disfrazarnos de El, pero SIEMPRE, no solo cuando le necesitamos.
Puede que en algún momento nos esté necesitado Él a nosotros, ¿no crees?
Lázaro Hades.