jueves, 5 de junio de 2008

DIA MUNDIAL DEL AMBIENTE


El reto es educar para el futuro

María Sintes Zamanillo

Lo que no es y lo que quiere ser la educación ambiental

Por educación ambiental se entienden, a menudo, cosas tales como una forma diferente y atractiva de enseñar las ciencias naturales, una nueva asignatura en torno a los temas ambientales o un método de recreación y disfrute en la naturaleza. Además, existe la idea arraigada de que se trata de una disciplina dirigida a la población infantil y juvenil e incluso de que se desarrolla exclusivamente dentro del marco escolar.

Son éstas concepciones equivocadas, pero consecuencia lógica de una realidad: la propuesta de la educación ambiental encontró, en principio, mayor eco entre los educadores y educadoras del sistema educativo formal (la escuela) y no formal (grupos juveniles, campamentos, actividades extraescolares...). Por tanto, hay un mayor desarrollo teórico y experiencia acumulada en este ámbito, aunque sea un campo muy estrecho para las verdaderas ambiciones de la educación ambiental que, en rigor, pretende ser la respuesta educativa a la crisis ambiental".

Nace, pues, como reacción a un problema, vasto y complejísimo, y como una demanda social, ante la necesidad de contar con un instrumento adecuado para: ampliar los conocimientos ambientales de los ciudadanos, promover los cambios de actitud y los valores que permitan una relación más positiva con el medio, e influir sobre los comportamientos. Pero la educación ambiental surge, también, con los titubeos e inquietudes propios de cuando se exploran caminos nuevos, sin la seguridad de ningún mapa. No sabemos todavía hacer la educación que necesitamos, pero necesitamos crearla. El párrafo siguiente lo refleja de forma expresiva:

"El problema que tenemos delante es demasiado importante y difícil para que sólo confiemos en los políticos. Es hora de que los ciudadanos y los pueblos asuman el papel que les corresponde en la marcha general de los asuntos de la humanidad.

Quizá este planteamiento produzca la misma sensación que tener que cruzar un río cuando no se sabe nadar. Pero si la necesidad es alcanzar la otra orilla y no existe otro medio, es cuestión de aprender a nadar sobre la marcha. De igual modo, la conciencia sobre la situación ambiental y el entrenamiento en participar para su solución hay que adquirirlos con la práctica. No podemos parar el mundo para aprender a conducirlo mejor y continuar después. Mejorar la comprensión del medio que nos rodea y aprender a participar en su gestión es un reto de las generaciones presentes y es el objetivo específico de lo que recientemente ha dado en llamarse educación ambiental" (1)

Una Imagen y algunos hechos poco discutibles

Si "educación ambiental" es la respuesta educativa a un problema, parece necesario acotar mínimamente cuál es ese problema, cuál el reto al que nos enfrentamos como sociedad. Para reducir, en lo posible, el riesgo habitual de acabar desgranando un rosario de datos catastróficos al intentar esa descripción, plantearemos una sencilla metáfora y algunos hechos objetivos.
La metáfora:

Véase una impresionante marea de lemings corriendo sin descanso, ansiosamente, hacia el norte. A juzgar por las prisas que llevan y la seguridad de su rumbo, parecen dirigirse hacia algún lugar deseable, algún "paraíso del leming" donde habrá alimento en abundancia y serán felices. Sin embargo, acaban precipitándose hacia el mar, donde perecen. Quizá la avanzadilla de la manada se percató en el último momento del fin que les esperaba, quizá algunos miembros del grupo quisieron ir en otra dirección, menos dramática, pero la retaguardia empujaba, la velocidad era elevadísima... y fue imposible evitar el desastre.
Los hechos:

La población mundial no cesa de crecer.
Los recursos globales son limitados.
Un sector minoritario de la población mundial mantiene un estilo de vida, inédito en la historia, caarcterizado por un consumo abusivo de energía y recursos naturales.
Este modelo consumista es imposible de generalizar a toda la población e imposible de mantener en el tiempo incluso para la actual minoría.

Dicho modelo provoca un sinfín de problemas ambientales y sociales que, paradójicamente, afectan gravemente la calidad de vida de los privilegiados e impiden la vida digna de los desfavorecidos.

Algunos de estos problemas alcanzan dimensiones extraordinarias -por su gravedad y extensión-, poniendo en riesgo las condiciones que, hasta el presente, entendemos como necesarias para nuestra supervivencia.

La sociedad humana, en su actual discurrir, se asemeja a la manada de lemings corriendo, a toda velocidad, hacia el caos. Algunas voces se alzan, desde hace décadas, llamando al cambio de rumbo. La avanzadilla científica, ética, intelectual... ve un negro horizonte y pretende frenar el avance desbocado por ese "camino único" que nos hemos trazado como colectividad.

Para nuestra suerte, disfrutamos de un desarrollo individual y social bastante más evolucionado que los roedores del ejemplo y podemos esperar que funcionen a tiempo los mecanismos de alarma, ajuste y corrección de los que se ha dotado nuestra especie a lo largo de su historia. Uno de estos mecanismos de adaptación social ha sido, y sigue siendo, la Educación, el proceso de transmisión del conocimiento y de conformación de valores, actitudes y comportamientos por excelencia.

Para nuestra desgracia, en medio del panorama de confusión y perplejidad que vivimos, no existe una respuesta indiscutible, una alternativa perfectamente acabada, que facilite la tarea de sustitución del modelo actual. Estamos en ese difícil momento en que el agotamiento de lo que hay se hace cada vez más evidente, pero no tenemos perfilado qué y cómo llegará a sustituirlo. Sí existen, en cambio, propuestas, ideas, caminos que se abren como una invitación...

Cómo avanzar hacia el cambio

La búsqueda y propuesta de alternativas debe hacerse, necesariamente, en torno a un nuevo modelo de organización social, productiva, económica, que evite el actual desequilibrio, injusticia y degradación. Cualquier estrategia de educación ambiental, hoy por hoy, debe vincular el problema ambiental con el modelo de desarrollo socioeconómico que lo ha generado. Es posible, así, esbozar algunas características que deberán ser incorporadas al modelo por crear, y que pueden servirnos como grandes líneas ideológicas y de acción. La educación ambiental necesaria para la transformación social debe empujar en estas direcciones:

a) Cambiar el modelo de uso y gestión de los recursos:
La forma de relación entre la población humana y el medio tiene que modificarse drásticamente en la línea del uso ahorrativo, eficiente y, en lo posible, cerrado de los recursos naturales y la energía. Esto supondrá abandonar el camino imposible del empleo de cantidades siempre crecientes como base de la economía.

Pensar, diseñar, producir, actuar en términos de ahorro y eficiencia implica no sólo importantes cambios tecnológicos, aplicados a todos los aspectos de nuestra vida -el transporte, la calefacción, el empleo agrícola y urbano del agua, la consideración de los residuos, etc-.

Supone también dar un vuelco a la actual política de globalización generalizada, con objeto de recuperar espacios de autonomía productiva, procesos económicos de pequeña escala, más ajustados a los límites ecológicos.

Y debe dar lugar, además, a profundos cambios culturales, en un mundo como el nuestro donde se ha llegado a confundir, hasta el ridículo, la satisfacción legítima de las necesidades con la continua acumulación y gasto de bienes.

b) Cambiar el modelo de participación social:

El sistema de sociedad en que vivimos nos empuja a ceder el control de más y más parcelas de nuestra vida a otros. Otros cuidan de nuestra salud, otros producen los alimentos y bienes que necesitamos, otros limpian nuestra calle, otros educan a nuestros hijos, otros organizan nuestro ocio... Esto, que tiene innegables ventajas, llevado al extremo, desvela también consecuencias perversas: otros solucionarán nuestros problemas, otros decidirán nuestro futuro...

Si algo parece claro en cuanto a la crisis global es que salir de ella va a requerir una población más consciente, más capaz de orientar su vida y de responsabilizarse y participar en las decisiones comunitarias. Para facilitar esa transición hay mucho trabajo que hacer: desde favorecer la difusión fluida de información veraz, rigurosa y comprensible para la gente, hasta demandar la creación de mecanismos de representación y participación pública a todos los niveles de decisión y sobre todos los aspectos de interés social, pasando por la multiplicación de espacios de encuentro y contraste, a través de asociaciones, tertulias, redes informáticas..., donde poder imaginar y desarrollar visiones alternativas a la "Unica".

c) Cambiar el modelo de persona

El contexto determina al individuo, el tipo de sociedad determina también el tipo de persona reconocida, triunfadora. Los valores culturalmente exitosos hoy -la competitividad, la acumulación, la sumisión a las normas- no serán valiosos en el futuro que necesitamos crear. Un contexto distinto, de relación respetuosa con el entorno y con los demás, convertirá en adaptativos valores como la cooperación, la creatividad y la capacidad de satisfacción sin depender del consumo continuado.

Avanzar en este trayecto requiere un trabajo educativo notable sobre muchos aspectos del desarrollo personal: es importante eliminar las vendas que impiden enfrentar la realidad -aunque eso supone una navegación contracorriente en medio de una oferta cada vez más escapista, y pronto "virtual"-; hay que estar dispuestos al aprendizaje, al error, a caminar con la incertidumbre; es necesario descubrir las resistencias personales y colectivas al cambio, las excusas, los rechazos, a menudo inconscientes...

La educación ambiental parte de una hipótesis: si cada persona es consciente de su responsabilidad, conoce alternativas a sus comportamientos y es suficientemente alcanzada en su sensibilidad, puede iniciarse un proceso de cambio social en el sentido de la racionalidad ecológica y la equidad entre las personas y los pueblos. Desde luego, dicho proceso deberá estar acompañado de un sinfín de pequeñas y grandes transformaciones en los niveles de decisión política y económica, que se producirán a remolque de los cambios en las percepciones y valores sociales.

La educación es "una" más de las herramientas a nuestra disposición. Su reto es enorme, como inmenso es el reto que se presenta ante cualquiera de los ámbitos del pensamiento, organización y acción humanas. Pero la dificultad se hará menor en la medida en que se multipliquen los modelos y referencias de la realidad cercana que exploren caminos nuevos.

Sin duda, la mejor contribución que se hace a la educación ambiental, y al cambio, es la de aquellas personas, colectivos, comunidades, empresas, que ponen en marcha experiencias alternativas, que crean ámbitos de reflexión, contraste y acción, que trabajan por cerrar, desde la vida cotidiana, las innumerables brechas abiertas entre nosotros y el resto de la naturaleza, entre ricos y pobres, entre norte y sur... Aquellos espacios en donde es posible trabajar, expresarse, discutir, utilizar los recursos, relacionarse con el medio y con los demás de forma positiva, son los que están creando, ya en el presente, el mundo del futuro.

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