martes, 18 de noviembre de 2008

ESTAMOS DE FIESTA...!


Pueblo zuliano celebra con gaitas y alegría el Día de la Chinita

Caracas, 18 Nov. ABN.- El mes de noviembre es de especial significación para el pueblo zuliano, ya que se llevan a cabo las celebraciones en honor a la Chinita o Virgen de la Chiquinquirá.

Es por este motivo que durante estos días la gaita suena con especial frenesí y alegría en todo el Zulia.

De las numerosas fiestas en honor a la Virgen, quizás la más impresionante sea el llamado Amanecer Gaitero, en el que el pueblo de Maracaibo se congrega en la madrugada del 18 de noviembre en la plazoleta de la Basílica para cantarle a la Chinita las Mañanitas y el Cumpleaños Feliz.

El milagro de la Virgen

El amor chiquinquireño cumple este martes 299 años de historia y tradición, luego de que el 18 de noviembre de 1709 se diera el milagro de la renovación en la tablita.

Es que el 18 de noviembre de 1709, sobre las olas retozonas del marabino lago, cabalgaba una pequeña tabla lisa. Era de madrugada y un grupo de mujeres cumplía su diaria labor de lavado de ropas. Esa tablita fue tomada por una anciana, porque la necesitaba para tapar la tinaja del agua y la llevó a su casa. Allí, poco a poco, la madera empezó a mancharse, la viejita la limpió y notó que aparecían signos de una imagen religiosa y por esta razón, la colocó en un sitio especial de la casa.

No pasó mucho tiempo sin que ocurriera el milagro: la casa empezó a sacudirse y se iluminó por completo con los fulgores que el retablo difundía en haces meridianos.

La pobre anciana, atribulada, se postró de hinojos ante la Virgen de Chiquinquirá y empezó a decir: “¡Milagro, ¡Milagro!”. Los vecinos acudieron y vieron a la Virgen de color mestizo y de faz indígena, que a todos miraba con semblante acogedor.

Posteriormente, las autoridades eclesiásticas pensaron en trasladar la milagrosa tabla a la catedral, pero la Virgen escogió su propio santuario al adquirir un peso imposible de ser levantado por los devotos que iban en procesión, pero al desviar el rumbo hacia la ermita de San Juan de Dios, construida en 1686, todo se hizo posible y desde entonces está allí, La Chinita, alimentando el fervor mariano de los zulianos.

En la actualidad, en la casa donde se efectuó el hallazgo de la virgen se levanta un majestuoso templo hogar de la Santa Patrona, en el cual se celebra el santo sacrificio de la misa y aquella tablita milagrosa en la cual se encuentra reflejada la imagen sagrada se expone con orgullo en este altar, donde se puede ver con gran claridad la indescriptible y soberana aparición de la Virgen de Chiquinquirá. La calle donde estaba la casa tomó desde ese momento el nombre de Calle del Milagro.

La Basílica

El 18 de mayo de 1920, el papa Benedicto XV distinguió con el título de Basílica Menor la de San Juan de Dios, que los zulianos llaman Basílica de Chiquinquirá. Ya antes, el 16 de julio de 1917, había dispuesto el mismo Papa la coronación canónica de la Virgen de Chiquinquirá.

Estas gestiones fueron hechas, según el historiador Adolfo Romero Luengo, por el padre Antonio María Soto Romero, de los Puertos de Altagracia.

Sin embargo, el acto de la coronación efectiva de la Virgen se realizó muchos años después, el 18 de noviembre de 1942, con asistencia del presidente de la República de entonces, Isaías Medina Angarita, y su gabinete.

El papa Juan Pablo II, durante su visita a Maracaibo, el 27 de enero de 1985, celebró la homilía Nueva Evangelización, ante el altar de Nuestra Señora de Chiquinquirá.

Rutilio Ortega, en el libro Virgen de Chiquinquirá, Madre y Reina de los zulianos, expresa que la Chinita es símbolo de la zulianidad, de su identidad como pueblo, que la Chiquinquirá es el recuerdo viviente de las abuelas y madres que se han muerto y que les transmitieron el culto a sus descendientes desde niños.

“Anda intacta en nuestros corazones, estemos donde estemos y hagamos lo que hagamos”, relata en el libro.

Siempre fieles.

Cada año, miles de fieles la visitan en su casa, la Basílica, allí, y especialmente en sus corazones, le expresan su amor y fe, le hablan de sus anhelos, preocupaciones y esperanzas.

“Por eso, la llamamos con cariño Chinita, porque es parte de nuestra familia, es nuestra Madre”, expresa Rubia Iguarán, ama de casa de 53 años de edad.

De sus milagros dan testimonio también personas unidas por la fe. Ricos y pobres, profesionales y trabajadores, niños y adultos tienen en común llamar a la Madre de Dios: Chinita.

Constituida por cerca de 500 hombres, jóvenes y niños, la sociedad Servidores de María nació el 6 de diciembre de 1901, tras la llamada procesión de La Aurora, celebración que marca el regreso de La Chinita a su santuario y sentencia el final de las festividades chiquinquireñas.

“Una serie de hombres se congregaban para cargar a la virgen sobre sus hombros. Había en el ambiente, dentro del hombre zuliano, un clamor por servirle”, cuenta Jorge Vílchez, presidente de la agrupación mariana.

El padre Antonio María Soto, responsable de la elección como basílica de la Iglesia San Juan de Dios y quien además solicitó a la cúpula eclesiástica la coronación canónica de La Chinita, congregó a principios del siglo pasado a cerca de 45 hombres dispuestos a servir a María.

Con ellos fundó una sociedad que tiene dos obligaciones primordiales: cargar la imagen de la patrona donde quiera que deban trasladarla y difundir la devoción hacia la advocación de Nuestra Señora de Chiquinquirá.

Los Servidores de María escoltan a La Chinita durante su recorrido en las procesiones tradicionales, incluidos los 18 de cada mes, y hasta en los lugares más impensados, como poblados lacustres, la cárcel de Sabaneta o el sector Arismendi de Maracaibo, comunidad recientemente arrasada por las lluvias.

“Es como decía monseñor Domingo Roa Pérez: No hay orgullo más grande para un zuliano que cargar sobre sus hombros la sagrada imagen de Nuestra Señora. Cada vez que uno la tiene sobre sus hombros se renueva esa vivencia”, aseguró el dirigente de la sociedad religiosa.

Durante décadas, sólo los familiares de los servidores podían integrar sus filas. Si alguien formaba parte de la sociedad y fallecía, entonces ese cupo podía ser ocupado por su hijo o nieto. En la actualidad, no obstante, los aspirantes pueden ingresar mediante dos vías: por promesa de servicio a La Chinita o por devoción.

“La virgen siempre llama a sus devotos, no importa la edad que tenga. Puede ser un niño que por promesa, su madre lo trajo a la sociedad para que fuese servidor o una persona que vio pasar la procesión de la virgen”, sostuvo Nolberto Delgado, presidente del Consejo de Admisión y Disciplina.


DÍA DE LA CHINITA

El 18 de noviembre de 1709, sobre las olas retozonas del marabino lago cabalgaba una pequeña tabla lisa. Era de madrugada y un grupo de mujeres cumplía su diaria labor de lavado de ropas. Esa tablita fue tomada por una anciana, porque la necesitaba para tapar la tinaja del agua y la llevó a su casa. Allí, poco a poco, la madera empezó a mancharse, la viejita la limpió y notó que aparecían signos de una imagen religiosa y por esta razón la colocó en un sitio especial de la casa. No pasó mucho tiempo sin que ocurriera el milagro: la casa empezó a sacudirse y se iluminó por completo «con los fulgores que el retablo difundía en haces meridianos».

La pobre anciana, atribulada, se postró de hinojos ante la Virgen de Chiquinquirá y empezó a «¡Milagro, ¡Milagro!». Los vecinos acudieron y vieron a la Virgen «de color mestizo y de faz indígena, que a todos miraba con semblante acogedor». Posteriormente, las autoridades eclesiásticas pensaron en trasladar la milagrosa tabla a la Catedral, pero la Virgen escogió su propio santuario, al adquirir un peso imposible de ser levantado por los devotos que iban en procesión. Pero al desviar el rumbo hacia la ermita de San Juan de Dios, construida en 1686, todo se hizo posible y desde entonces está allí, La Chinita, alimentando el fervor mariano de los Zulianos.

El 18 de mayo de 1920 el Papa Benedicto XV distinguió con el título de Basílica Menor la de San Juan de Dios, que los Zulianos llaman Basílica de Chiquinquirá. Ya antes, el 16 de julio de 1917 había dispuesto el mismo Papa la coronación canónica de la Virgen de Chiquinquirá. Estas gestiones fueron hechas, según el historiador Adolfo Romero Luengo (La Madre de Dios en el Zulia, p. 47 ss) por el padre Antonio María Soto Romero, de los Puertos de Altagracia.

Sin embargo, el acto de la coronación efectiva de la Virgen se realizó muchos años después, el 18 de noviembre de 1942, con asistencia del Presidente de la República Isaías Medina Angarita y su Gabinete.

El Papa Juan Pablo II, durante su visita a Maracaibo el 27 de enero de 1985, celebró la homilía «Nueva Evangelización» ante el altar de Nuestra Señora de Chiquinquirá.


HIMNO A LA CHINITA

CORO

¡Gloria a Ti , casta Señora,
de mi pueblo bravo y fuerte,
que en la vida y en la muerte
ama y lucha, canta y ora!

I
Autóctona Virgen
de rostro bronceado,
mi Lago encantado
te exorne los pies
con rizos y ondas
de armónico halago,
y Reina del Lago
te digan doquier.

II
Bruñeron tus sienes
con lirios plasmadas
ígneas llamaradas
de eterno brillar
por eso mi tierra,
que el trópico inflama,
del Sol te proclama
la Reina inmortal.

III
La extraña fecunda
del suelo nativo
por Ti fluya un vivo
tesoro sin fin,
riberas y llano,
lagunas y sierra,
Reina de mi tierra
te llamen a Ti.

IV
Y porque mi casta
florezca en virtudes
tus excelsitudes
proclame la grey
Reina de mi Tribu,
llamándote, en tanto
la dicha o el llanto
nos colmen. Amén.
***********************

Letra: Graciela Rincón
Música: Adolfo De Pool


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